Pero de nada vale este amor si no va acompañado de las buenas obras, de la caridad. Si así no fuese sería una “fe muerta que no salva”
La fe nos lleva a fiarnos totalmente de Dios. La esperanza nos lleva a confiar plenamente que Dios nos dará la vida eterna. Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, por amor a Dios.
Intervino el Coro parroquial que inauguró la participación de la práctica totalidad de los coros y agrupaciones corales de nuestra ciudad en el Novenario 2008.
Señal clara de que amamos a una persona es que “hablamos bien de ella”, respetamos su nombre y guardamos bien su ausencia.
Dios, que ha de ser amado sobre todo y sobre todas las cosas, ha de ser invocado, bendecido y glorificado. Hemos de santificar su nombre y pronunciarlo con gran respeto y devoción.
El segundo mandamiento prohíbe abusar del nombre de Dios, de Jesucristo, de la Virgen María y de todos los santos.
Cuidado con la blasfemia, con los juramentos, con las promesas a Dios incumplidas (“Si haces voto a Dios, no tardes en cumplirlo… Mejor es no prometer que dejar de cumplir lo prometido” (Eclesiastés 5, 3-4).
Tuvimos el privilegio de contar en esta celebración con la coral Mater Assumpta. No vamos a descubrir a nadie su calidad y bien hacer. Enhorabuena y muchas gracias amigos.
Venid conmigo y descansad un poquito.
Nuestro Padre Dios quiere que tengamos con El un trato cercano y cariñoso. El quiere que de todo el tiempo que nos da, dediquemos una parte especial para cultivar nuestra relación familiar con El y al mismo tiempo descansar de las fatigas que conlleva el trabajo.
La celebración del domingo cumple la prescripción moral inscrita en el corazón del hombre, de dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular. Domingo significa día del Señor.
Si bien es verdad que todos los días han de vivirse santamente, el domingo, quiere el Señor que lo vivamos de modo especial, que le adoremos, le glorifiquemos, le demos gracias… y el modo mejor de hacerlo está en la participación en la Santa Misa.
Decía el Santo Cura de Ars que “todas las buenas obras del mundo reunidas, no equivalen al Santo Sacrificio de la Misa, porque son obras de los hombres, mientras que la Misa es obra de Dios”.
Nuevamente y con qué alegría y belleza, intervino nuestro Coro Parroquial.
Habíamos contemplado, en días anteriores, los mandamientos que hacen referencia al amor y culto a nuestro Dios. A partir de ese día escuchamos las reflexiones de nuestro predicador sobre los que se refieren al precepto de amor al prójimo, comenzando por el cuarto mandamiento que lleva implícita una especial promesa de Dios:
“Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque es justo. Honra a tu padre y a tu madre…., para que seáis felices y tengáis larga vida en la tierra (Efesios 6, 1-3).
Este Mandamiento nos pide también respetar a los que están constituidos en autoridad legítima:
“Someteos a las autoridades legítimamente constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios (…) Dad a cada cual lo que se le debe: a quienes impuestos, impuestos; a quienes tributos, tributos; a quienes respeto, respeto; a quienes honor, honor” (Ro. 13, 1.5-7).
Jesucristo es modelo en el cumplimiento de este “dulcísimo precepto”. Él mismo, nos refiere San Lucas 2, 51, “Bajó con ellos –con María y José- y vino a Nazaret, y les obedecía”.
San Pablo insistirá en este deber: “Hijos obedeced a vuestros padres en todo, que esto es grato al Señor” (Colosenses 3, 20).
La Iglesia, interpretando la revelación de Dios nos dice: “Los hijos como miembros vivos de la familia contribuyen, a su manera, a la santificación de los padres. Pues con el agradecimiento, la piedad filial y la confianza, corresponderán a los beneficios recibidos de sus padres y, como hijos los asistirán en las dificultades de la existencia y en la soledad de la vejez”. (Gaudium et spes, 48 del Concilio Vaticano II)
- Respetar a los padres, es tratarlos con estima. Si advertimos en nuestros padres defectos o rarezas debemos rezar por ellos, comprenderlos y disculparlos, ocultando sus defectos y tratando de ayudarles para superarlos.
- Así como en la infancia los hijos no pueden valerse sin la ayuda de sus padres, en la ancianidad, los padres no pueden valerse sin la ayuda de los hijos. Es una exigencia clara de amor y de justicia, la ayuda a los padres.
Llegados aquí, Don Luís dejó en el aire estas preguntas:
- ¿Paso tiempo sin ver a mis padres o les dedico poco tiempo?
- ¿Procuro que mis padres sean felices?
- ¿Hablo mal de ellos y les echo en cara sus defectos?
- ¿Me dirijo a ellos con palabras y gestos ofensivos?
- ¿Rechazo sus consejos sin siquiera pensar si llevan razón?
- ¿Los abandono y no les atiendo en sus enfermedades?
- ¿Les procuro los auxilios espirituales?
- ¿Llamo al sacerdote para que reciban los sacramentos?
No nos cansábamos de escuchar a nuestro Coro Parroquial que nos acompañó. Gracias hermanos y hermanas, grandes y pequeños. Jesús del Perdón parecía sonreír cuando os miraba y escuchaba.
La fe católica nos obliga a afirmar que las almas son creadas inmediatamente por Dios (Pío XII en Humani generis).
La vida humana ha de considerarse por todos como algo sagrado, ya que desde su mismo origen exige la acción creadora de Dios (Juan XXIII. Encíclica Mater et Magistra)
“Cuando alguno de vosotros besa a un niño, en virtud de la religión debe descubrir las manos de Dios que lo acaban de formar, pues es una obra aún reciente de Dios, al cual de algún modo besamos ya que lo hacemos con lo que Él ha hecho” (San Agustín).
La vida humana es un bien y un don de Dios. Nuestra vida es un don que hemos recibido. Sólo Dios da la vida y sólo Dios puede tomarla. Es esta la actitud que Dios mantiene cuando dicta a Moisés las leyes que protegen la vida humana: NO MATARÁS.
Dios es autor y el que nos conserva en la existencia. A nosotros se nos confirió el derecho y el deber de administrarla con fidelidad. Dentro de este mandamiento se incluyen como pecado:
- El suicidio, o destrucción de la propia vida.
- La mutilación, la destrucción de partes del cuerpo sin que exista causa proporcionalmente grave.
- La embriaguez, o privación total del uso de la razón por el exceso de bebida.
- El uso de las drogas sin otro fin que producir sensaciones fuera de lo ordinario.
Si de la vida propia no podemos disponer a nuestro antojo, mucho menos podemos disponer de la vida de los demás. Jesús no solo condenó el homicidio, sino hasta el primer impulso de ira y deseo de venganza, que pueden arrastrarnos al crimen.
Aborto: Ninguna persona o institución puede ignorar el respeto absoluto a la vida humana. Por ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, la persona humana ya concebida, aunque no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. NUNCA SE PUEDE LEGITIMAR LA MUERTE DE UN INOCENTE.
Eutanasia: Causar directamente la muerte a un enfermo incurable, a un minusválido o a un viejo, no es lícita jamás, cualesquiera que sean las razones que se aduzcan. La eutanasia no es otra cosa que un asesinato encubierto, que reprueba la moral cristiana, que va directamente en contra de este mandamiento.
La pena de muerte: Ha sido practicada en casi todas las sociedades que han existido en la historia. En la mente cristiana está su abolición, se busca que sea menos frecuente y que no se practique con crueldad y ostentación.
Para concluir citando las palabras de Jesús: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla; temed más bien a aquel que os puede matar el alma y el cuerpo” (Mateo 10, 28)
En este día se celebró el sacramento de la penitencia. Desde primera hora de la tarde y mientras hubo personas que lo desearan, hubo confesores administrándolo y antes de comenzar la eucaristía, por parte de numerosos sacerdotes, se administró comunitariamente el sacramento a quien lo deseara.
Nuestro párroco estaba exultante por la cantidad de gente que confesó ese día, al margen de que todos los días se acercaron al confesionario muchísimas personas.
Intervino, como siempre, magníficamente el Coro de la Divina Pastora. Si decimos gracias a los coros que intervinieron no decimos nada. Diremos: ¡Que Dios os lo premie! Esta es vuestra casa.
“Si me amáis guardaréis mis mandamientos”.
“El que conoce mis mandamientos y los guarda, ese me ama”
Una de las maravillas más grandes que descubrimos en la creación es la multiplicación o procreación de los seres vivos, plantas y animales. Es como una participación de la universal paternidad divina. “Procread y multiplicaos”, dice el Señor.
Dios puso en los animales unos órganos delicadísimos y misteriosos que sirven a la procreación de nuevos seres de la misma especie. Dotó a los hombres de órganos, instintos y cualidades físicas y espirituales para que mediante una unión estable –matrimonio- pudieran engendrar, criar y educar a sus hijos, hasta ponerlos en condiciones de valerse por sí mismos, corporal y espiritualmente en esta vida.
Por eso dijo el Señor: “Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne” (Génesis 2,24). Dios imprimió en el hombre y en la mujer un impulso o instinto que los moviera a amarse y unirse en matrimonio. Fuera del matrimonio es pecado todo aquello que tiende a provocar la satisfacción de este instinto. Esta y no otra es la virtud de la castidad.
Contra ese orden maravilloso, querido por Dios, se levantan muchas veces las pasiones desatadas por los hombres. Este es el pecado de impureza: buscar el placer sexual, placer desordenado de la carne fuera del matrimonio.
Dios, Nuestro Padre, quiere que seamos puros no solo de cuerpo, sino que esta pureza llegue al corazón mismo, a los deseos y a los pensamientos. No basta evitar las acciones malas. El que se complace voluntariamente en un mal pensamiento o en un mal deseo ya comete pecado. Muchas veces circunstancias externas (malas conversaciones, lecturas peligrosas, diversiones y espectáculos deshonestos), suscitan imaginaciones, pensamientos y deseos impuros. Hay que huir de ellas y recurrir a la ayuda de Dios por la oración. No en vano, Jesús nos pidió que orásemos diciendo: “No nos dejes caer en la tentación”.
Para conseguir vencer las tentaciones y triunfar en la lucha en los tiempos que corremos existen varios medios:
- confesión y comunión frecuentes
- modestia y huida de las ocasiones peligrosas
- cuidar las conversaciones, miradas, lecturas, espectáculos deshonestos…
- devoción a la Santísima Virgen
Dios no consentirá que seamos tentados más allá de nuestras propias fuerzas y, en cualquier caso, siempre estará esperándonos para perdonar nuestras caídas en el sacramento de la reconciliación.
Intervino el Coro Parroquial y después se fueron con los monaguillos a disfrutar de un merecido refrigerio y para postre un helado. Realmente nos hacéis cada día más felices con vuestros cantos. Gracias.
Este séptimo mandamiento declara el destino y distribución universal de los bienes, el derecho a la propiedad privada, el respeto a las personas y sus bienes y la integridad de la Creación.
Dijo el Señor a nuestros primeros padres: “Someted la tierra y dominadla… sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra” (Génesis 1,26).
Dios ha sido generoso al disponer de bienes para el hombre. La tierra tiene capacidad para cubrir todas las necesidades de un sin número más de personas que las actuales. Es engañoso el argumento de que por razones demográficas hay que limitar el número de nacimientos. Cuando hay familias y personas que pasan hambre ¿no habría que examinar nuestra actitud para descubrir nuestro egoísmo? No se trata de falta de recursos, sino de sobra de egoísmos.
Todo hombre tiene derecho a poseer algunos bienes de los que pueda usar y disponer para sí mismo. A esto se le llama propiedad privada. Esta propiedad se refiere a los bienes materiales, intelectuales y del espíritu. En cuanto al uso de los bienes, el Señor nos dice lo siguiente:
“No alleguéis tesoros en la tierra donde la polilla y el orín los corroen y los ladrones horadan y roban. Atesorad tesoros en el cielo… Donde está tu tesoro allí está tu corazón” (Mateo 6, 19).
“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Sermón del monte).
Dichoso el que sabe ser pobre de espíritu tenga o no riquezas, siguiendo a Cristo pobre. Desdichado aquel que ponga su corazón en las riquezas, las tenga o no, con olvido de los bienes eternos.
Pecados contra este mandamiento:
- Hurto: Quitar o retener una cosa ajena contra la voluntad de su dueño.
- Usura: Prestar dinero u otra cosa exigiendo un interés excesivo.
- Fraude: No dar el justo peso o medida, o dar una cosa por otra engañando.
- La corrupción, el abuso privado de los bienes sociales, los trabajos culpablemente mal realizados, tráfico de influencias, avaricia…
Estos pecados lesionan la justicia y pueden ser graves cuando la materia de que se trata es importante. No basta con confesarse para recibir el perdón de Dios, se tiene la obligación de restituir lo robado.
La Iglesia en su doctrina social rechaza igualmente las ideologías que ponen el dinero –la primacía absoluta de las leyes del mercado- por encima de la dignidad de la persona y el trabajo. (Compendio Catecismo de la Iglesia Católica nº 512)
Intervino el Coro de la Divina Pastora. Un detalle: cada día variaban las canciones en honor a Nuestro Padre Jesús con lo que ello supone de preparación y ensayos. Gracias amigos.
Le dijo entonces Pilatos: “¿Luego tu eres Rey?”
Respondió Jesús: “Tú lo dices que yo soy Rey. Yo he nacido para esto y para esto he ido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz”.
Cristo es la verdad, la luz verdadera que ilumina a todo hombre. En la misma medida que conocemos a Jesucristo, estamos conociendo la VERDAD.
Vivir en la verdad no se reduce solamente a no echar mentiras, sino que nos lleva a vivir lo que somos, nuestra propia realidad… nuestra realidad de criaturas y de hijos de Dios. Seamos sinceros con nosotros mismos. Examinemos, en cada caso, si es el amor a la verdad lo que nos mueve, o el egoísmo y el apego al propio juicio. La opinión modesta de sí mismo, el deseo de escuchar también a los demás inclina, a decir verdad. La humildad y la verdad van de la mano. Solo el hombre humilde sabe que la verdad le transciende y humildemente la busca.
El hombre que no peca con la lengua es varón perfecto. Dominar la lengua es dominar la vida. Con la misma lengua no podemos bendecir a Dios y maldecir al hombre. La lengua es como reguero de pólvora.
Este mandamiento prohíbe la calumnia, que consiste en atribuir al prójimo pecados o defectos que no tiene. Se exige restituir la fama si se quita.
También prohíbe el falso testimonio, el perjurio, la mentira, la maledicencia, la crítica… El halago y la adulación para conseguir lo que se desea, claro está mintiendo.
La información a través de los medios de comunicación social debe estar al servicio del bien común y ser siempre veraz e íntegra en su contenido, salvando la justicia y la caridad. Debe expresarse de manera honesta y conveniente, respetando escrupulosamente las leyes morales, los legítimos derechos y la libertad de las personas.
Se refirió a nuestros valiosísimos medios inter parroquiales de comunicación social, indicando que han de tener en cuenta, escrupulosamente, las exigencias de este mandato del Señor y felicitándolos por la magnífica labor de evangelización que desarrollan en nuestro pueblo.
Intervino nuevamente el Coro de la Divina Pastora. Realmente se han esmerado mucho y nos han dedicado lo mejor que tienen. Gracias amigos.
Este día hacía un año que Don Luís llegó a nosotros. Comenzó su homilía diciendo: “Hace un año que llegué a la Parroquia con temor y con lágrimas en los ojos. Hoy, pasado un año, os puedo confesar que el temor es menor y las lágrimas se han secado por todo el cariño que he recibido de vosotros”.
Sábado, víspera del gran día, templo a rebosar, último día de novena (¡Qué corta se ha hecho!) y el Señor que en su infinita misericordia nos ha acompañado todos los días.
Preguntaron a Jesús: ¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?
Jesús respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. El segundo es semejante a éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas (Mateo 22, 37-40)
¿Quién es mi prójimo? Leed la parábola del Buen Samaritano en Lucas 10, 10-37. Jesús del Perdón nos dice como lo hizo con aquel doctor de la Ley “Pues anda y haz tú lo mismo”.
Vete a tu esposa y haz tu lo mismo, a aquella persona desconocida y haz tu lo mismo, al que te ha ofendido y con el que no te hablas y haz tu lo mismo, a aquella persona pobre, desconocida, sin relieve y haz tu lo mismo. Lo importante es amar. Ama y haz lo que quieras. Si te callas, calla por amor. Si hablas, habla por amor. Si corriges, corrige por amor. Y si perdonas, perdona por amor. Dice San Bernardo: “Aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aún entonces procurar creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte”.
Ten la raíz del amor en el fondo de tu corazón: de esta raíz solamente puede salir lo que es bueno. (San Agustín).
Al final lo que importa es el amor. Todo acabará menos el amor. Seremos examinados al final de una única ciencia: la del amor. El AMOR, que así es descrito por el mismo Espíritu Santo en las Escrituras: “El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad (Colosenses 13). Únicamente salva el amor. María es la Madre del Amor Hermoso.
Terminó citando y parándose en cada una de las Obras de Misericordia y alguna que otra lágrima resbaló por las mejillas, cuando concluyó como ejemplo del amor y la misericordia de Dios con esa escena final de la película tan entrañablemente nuestra, Marcelino Pan y Vino. Que el Señor lo bendiga.
Magnífica la intervención en esta Eucaristía del Coro Mansil Nahar.
Concelebraron Don Luís, Don Francisco del Campo Real, canónigo de la catedral de Ciudad Real, Don Amós Rodríguez, sacerdote de Los Yébenes, Don José Berlanga y Don Pedro López de la Manzanara, rector de nuestro Seminario Diocesano. Asistieron representantes de la Hermandad de la Virgen del Espino de Membrilla y muchísimos de las Cofradías de Manzanares, encabezados por su Presidente, los del Comité Permanente del Consejo Parroquial. También, el Alcalde y un numeroso grupo de concejales.
En su homilía, Don Luís, dirigiéndose a los asistentes dijo:
“Muchas veces, he contemplado la imagen de Nuestro Padre Jesús del Perdón y otras tantas veces me he dejado seducir por su mirada. He podido apreciar qué distinta es la mirada de Jesús hacia el mundo y hacia los hombres. Está claro que la conversión del corazón pasa necesariamente por mirar como Jesús. Cristo mira con amor, su horizonte está en nuestra salvación, los hombres tenemos una mirada “miope” sin otras perspectivas que nuestros propios intereses, sin otros horizontes que los que nos ofrece este limitado mundo…
Espigando en los Santos Evangelios, me he encontrado con diversas miradas de Jesús:
- Una mirada de enojo para los fariseos, (De nuevo entró en la sinagoga y vio un hombre que tenía la mano seca… (Marcos 3, 2-6). Hoy también Jesús del Perdón pasea su mirada sobre todos y cada uno. Si este pueblo encandilado por los bienes de este mundo, por el tener y el placer se olvidara de Dios dándole la espalda, no dudemos que la mirada de Cristo hacia nosotros sera apenada, de enojo.
- Una mirada familiar: “Vienen su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, enviaron a llamarlo… (Marco 3, 31-35)
Nuestro Padre Jesús, que te mira, no lo dudes ¿puede decir de ti y de mí este pertenece a mi familia, es hermano mío, hermana mía, porque cumple la voluntad de mi Padre? Si acaso no es así, el mismo Jesús nos ofrece la solución: “Venid a Mí… que el médico no ha venido a curar a los sanos sino a los enfermos… y el pastor deja las noventa y nueve ovejas para encontrar a la descarriada.”
- Una mirada de fe: “Y una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años…” (Marcos 5, 25-34).
Miles de personas rodearemos a Nuestro Padre Jesús del Perdón, miles de besos recibirán sus desnudos pies, miles de miradas se cruzarán con la suya… pero, desgraciadamente, puede suceder que, pocos verdaderamente le besarán, pocos le tocarán con auténtica fe. Jesús seguirá mirando a nuestro alrededor para ver quién, de veras, le ha tocado.
- Una mirada de reproche: “Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho…” (Marcos 8, 31-34).
Pedro dio un mal consejo a Cristo, Pedro quiso apartar a Cristo de la Cruz, Pedro no aconsejó desde Dios. Sucede a veces que los sacerdotes no aconsejamos bien, por temor a la cruz, los padres no aconsejan debidamente a sus hijos lo más conveniente, por temor a la cruz, aconsejamos lo más fácil, no lo más conveniente, por temor a la cruz. Jesús nos mira y nos increpa como a Pedro, diciéndonos “Apártate de mí, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres”.
- Una mirada de amor: “Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y, arrodillado ante Él le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? …” (Marcos 10, 17-23).
Estamos llamados a la santidad; Dios tiene para con cada uno proyectos de amor; las riquezas, la familia, etc. no han de ser motivos para el seguimiento de Cristo; a cada uno de nosotros, Jesús nos mira y nos dice: “Ven y sígueme”.
- Una mirada de simpatía: Para Zaqueo (Lucas 19, 5). El Señor quiere ser huésped del alma. Hasta tal punto quiere estar con nosotros, que se hace comida y bebida de salvación. Mal viviremos nuestro amor a Jesús del Perdón, si no lo buscamos, si no nos acercamos a Él y le recibimos en la Sagrada Comunión debidamente preparados.
- Una mirada profunda y transformadora: “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro…” (Lucas 22, 61-62). Señor míranos como miraste a Pedro, mira nuestras miserias personales y perdónanos, mira a tu pueblo de Manzanares que tantas veces te ha negado y perdónalo, muestra Señor, tu mirada y danos tu perdón.
- La mirada más generosa y entregada: “Cuando vio Jesús a su Madre y al discípulo a quien Él amaba…” (Juan 19, 26-27).
Cristo nos mira y desde la cruz nos dice “Ahí tienes a tu Madre”. Todo bien que constituye la redención o procede de ella nos viene por María. Nada hay sin el Verbo en el plan de la creación y nada hay sin María en el plan de la redención. Nada hay sin Ella en el plan de la santificación. Como María llevó a Jesús desde el momento en que recibió el anuncio del Ángel, también llevó en su corazón a la Iglesia desde el momento en que Jesús le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
La mirada de María hacia su Hijo siempre está llena de adoración y de asombro, no se aparta jamás de Él. A veces será una mirada interrogadora, otras una mirada penetrante, otras una mirada dolorida, sobre todo bajo la Cruz, otras radiante, otras ardorosa…
Intervino la Asociación Musical Airén, que como siempre cantaron con todo el cariño y la devoción que ellos saben crear en torno a nuestro Patrón. Gracias también a vosotros.
Llegado el final de estas Novenas de Jesús del Perdón 2008. Como resumen, cabe calificarlas de una magnífica catequesis. Seguro que los cristianos de Manzanares estábamos esperando que se hiciera una revisión a fondo de los Mandamientos de la Ley de Dios, a modo de profundo examen de conciencia y, han sido unos días inolvidables porque, han resultado muy provechosos para nuestras almas. El templo parroquial bellísimo, aunque sea mejorable, los feligreses volcados con su Párroco y su Parroquia, la Hermandad propiciando este encuentro, muchos sacerdotes dispuestos a colaborar, muchísimas confesiones, muchísimas comuniones, unos coros magníficos y, unos monaguillos y unos ministros y ministras dispuestos a colaborar a tope.