Empezó recordando a los ancianos, a los enfermos, a los impedidos, a los que no habían podido asistir y fijó un objetivo: ALABAR Y GLORIFICAR A DIOS POR MEDIO DE SU HIJO JESUCRISTO y, aclaró que lo importante es la acción del Espíritu Santo en cada uno de nosotros y que mirásemos a Jesús con una mirada más allá de lo material, porque creemos en un Dios vivo. Precisó que en la vida de fe hay dos velos que nos ocultan a Cristo: La ignorancia sobre Él, por nuestro escaso y pobre interés y la rutina de la fe. Porque Jesús, siempre es joven, no envejece porque está vivo. Siempre conserva el frescor de la Pascua de Resurrección. Y es que toda la vida de Cristo es misterio, pero no por desconocimiento, sino por lo sacramental, puesto que en los sacramentos está Cristo, pero no lo vemos. La vida de Jesús es un misterio de revelación del Padre, porque lo hace presente en la Tierra. Es misterio de redención, de rescate del pecado. La cruz está presente en todos los misterios de la vida de Cristo y toda su vida es misterio de recapitulación para restablecer al hombre caído, en la comunión con Dios. Porque el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido a nosotros personalmente, individualmente. Ha vivido, ha muerto y ha resucitado por cada uno de los hombres.
El misterio de la Cruz es lo que más destaca en la sagrada imagen de nuestro Patrón. En él, Jesús nos da muestras de su mayor sacrificio. Suspendido entre el cielo y la tierra, en la Cruz, Jesús ya no pertenece a ninguno de los dos.
Y nos anunció que iba a analizar día a día las Siete Últimas Palabras de Jesús en la Cruz, que podemos identificar con su vida y que están en indudable paralelismo con los siete sacramentos que fluyen desde la Cruz de Cristo.
Perdónalos Padre porque no saben lo que hacen / Sacramento del Perdón/Penitencia/Reconciliación.
Jesús cargó con las culpas de la humanidad presentes y futuros y continuamente invita a todos los pecadores a participar de la Cruz.
En este día, con gran alegría, tomó el relevo el Coro Parroquial, que en un esfuerzo de ensayos en las semanas anteriores, ha acompañado el novenario dándole una profundidad y un empaque que ha colaborado extraordinariamente a realzar el fervor de los asistentes. Gracias amigos.
Las palabras del Buen Ladrón son un encuentro con la fe, con el Salvador que comparte todo con nosotros, incluso la muerte. Dimas, ha visto cómo Jesús llevaba la Cruz sin quejarse, soportándolo todo. Ha comprendido que es alguien extraordinario y le pide que se acuerde de él. El cielo es el mundo de Dios y de los santos. La palabra “hoy” es una expresión de futuro, porque significa que el Paraíso, el cielo, estará abierto por los siglos de los siglos para todo aquel que quiera vivir la vida gozosa con Dios.
El sacramento de la Unción de enfermos es un segundo bautismo, un regalo de Dios que cura y perdona. El cielo es estar juntos, con Dios, siempre, eternamente.
El Buen Ladrón, es como los trabajadores que contrata el dueño de la viña a última hora de la tarde, porque nunca es tarde para la gracia y toda gracia se busca.
Terminó repasando la última estrofa del Avemaría: “…ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte” y dijo que, cuando morimos, la Virgen está cerca de nosotros para ayudarnos.
De María, nunca será bastante lo que se diga o lo que se la quiera. Un grupo, un pueblo o una parroquia que ame a la Virgen nunca temerán olvidarse de Cristo, porque Ella los llevará hasta Él.
El Hijo ya ha mirado hacia arriba, hacia el Padre, luego a los lados y encontró a los ladrones y ahora, mira hacia abajo, hacia su Madre y hacia el discípulo amado. Y es que la Pasión se parece a los dolores de parto para dar a luz a su Iglesia. Solo María sabe quién es su Hijo, desde que recibió el anuncio del Ángel. Y ahí está, al pie de la Cruz, muriendo con Él, con todo un Dios. Ella recibe la palabra y la voluntad del Hijo, como la esposa que está atenta a la voluntad del esposo. María, no responde. No necesita responder, porque conserva la misma voluntad que cuando pronunció el “Hágase en mi según tu Palabra” en presencia del ángel. Juan, acoge y recibe la maternidad de María. Satanás es aplastado con la muerte de Cristo en la Cruz, y una espada atraviesa el corazón de la Madre, para que se cumpla la profecía el día de su Presentación en el Templo.
Por eso, María, será la eterna intercesora que dé la vida por la Iglesia para perpetuar la muerte de Cristo. La bendición del matrimonio se funde en la bendición de la Cruz. La vocación matrimonial es similar a la vocación sacerdotal, por eso es una pena, como manifestó el predicador, las rupturas tan frecuentes cuando vienen los problemas de desgracias, enfermedades, desavenencias, etc., y la pareja entra en crisis o recurre a la separación o la ruptura mediante el divorcio de lo que Dios ha unido, porque el amor humano en el matrimonio mira a la Cruz, pero también a la resurrección, es un amor fecundo, misericordioso, lleno de belleza, eterno, que hace el bien a los hijos, a las familias, a la Iglesia, reuniendo a la familia, conduciéndola hacia Dios.
Para finalizar, luego de comentar que los sacerdotes necesitan del contacto con las familias cristianas de sus parroquias, de esas familias según Cristo, porque a pesar de vivir normalmente en soledad, necesitan rodearse de buenas familias que les recuerden su vocación, pidió por los matrimonios y las familias manzanareñas.
Son incontables las personas que se acercaron a recibir la Sagrada Comunión, es impresionante el fervor y el recogimiento y la disposición a la participación de los fieles, entre los que había bastantes de Membrilla. Se nota que quieren a su Párroco. Que Dios lo bendiga.
Esta es la hora en que se acerca la muerte. A Cristo se le acaban las fuerzas. Ha sufrido mucho. Es mucho el castigo recibido. Jesús mira ahora hacia dentro, hacia su corazón. Casi todos se han marchado. Aumenta su soledad. Hasta ahora, siempre había sentido la presencia del Padre, pero en esta hora se ha quedado solo. Hay un gran silencio.
Entonces, haciendo un esfuerzo, apoyado en los clavos que lo tienen cosido al madero redentor, se incorpora y grita: “Eloi, Eloí, lemá sabaktani”. Pero no es un grito de reproche al Padre. Jesús está rezando y utiliza el inicio del Salmo 21, porque sabe que se está cumpliendo la Escritura. Cada palabra que dice en la Cruz, tiene sentido en la Tierra; es como las palabras del sacerdote, porque éste, desde su ordenación, desde la imposición de manos del Obispo, está configurado en la persona de Cristo sacerdote en la Cruz, cabeza de la Iglesia y en virtud de esto actúan nuestros queridísimos sacerdotes actuales.
El sacerdote se convierte en otro Cristo, solo que con las flaquezas humanas de las que se aprovecha el maligno, como hemos tenido ocasión de comprobar en este recientemente finalizado Año Sacerdotal. La forma sacerdotal de Jesús, conlleva el sufrimiento en la Cruz. Cuando el camino se hace escabroso, cuando no se ven los frutos, cuando el sacerdote se siente solo o rechazado, entonces Jesús asume las cargas del buen sacerdote y lo lleva en sus brazos.
Igual que Dios Padre resucitó a su Hijo, del cual el sacerdote es su representante en la tierra. El sacerdote es el corazón de Jesús, porque su sacerdocio no es un simple oficio, sino un sacramento. Es de esperar que al enemigo no le guste que el sacerdote brille por eso han salido y seguirán saliendo tantas cosas a las que, como humanos, están expuestos, porque el sacerdocio es un don de Dios que se lleva en frágiles vasijas de barro. Terminó pidiendo abundantes vocaciones.
El coro parroquial, magnífico como siempre. Los fieles, impresionante contemplar y vivir la celebración y Jesús desde su carroza, mirándonos, contemplándonos, derramando sus dones sobre este pueblo que lo adora.
Colgado varias horas de la Cruz, tenía motivos para tener sed. Había perdido mucha sangre; el castigo había sido descomunal; había sudado arrastrando su cruz y su cuerpo, mientras le insultaban y le pegaban. Un soldado que lo oye, le acerca la esponja con vinagre. Jesús, ahora, está mirando a su corazón y expresa su sed de nosotros, sed de que el hombre tenga sed de Él, de que acuda a la fuente de agua viva que es el corazón de Cristo traspasado por la Cruz. Jesús, padece la sed para que sintamos nosotros la saciedad de la salvación.
El pan y la sangre de Cristo se hacen realidad en la Eucaristía. El Señor nos regala su Cuerpo y su Sangre, como prueba de que en la Cruz ha llegado hasta el final.
En la Eucaristía hay una invitación a participar en la Cruz de Jesús, porque es una forma de ser otro Cristo. No se puede ser cristiano y perseverar en la fe sin comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Hay mucha gente que son bautizados, son cristianos, pero no viven como tales, porque no se acercan al Señor, no sienten la necesidad de su Palabra y de su vida transformada en Hostia viva.
Los mártires, ante la disyuntiva de elegir renunciar a su fe o morir, decían: “Sin el domingo no podemos vivir” ¿Podríamos decir nosotros esto, aquí y ahora, aunque no estemos en riesgo de sufrir martirio? Porque lo que no cabe duda es que todos, de uno u otro modo sentimos un vacío, una sed, una necesidad de Dios y, la mejor agua para calmarla es Cristo.
La Madre Teresa de Calcuta decía que para sus monjas lo primero es la Misa y después los pobres. Porque necesitan llenarse de Dios para ir a los pobres. Terminó este día con esta frase: “La Iglesia es Cristo que tiene sed”
En este día tuvo lugar la celebración comunitaria de la Penitencia. Muchísima gente aprovechó la oportunidad para confesar y nuestro Párroco estaba contento porque cada día era mayor el número de personas que comulgaban. Y Jesús del Perdón, presidiendo todo, seguro que nos bendecía.
Repasó que: Las tres primeras palabras de Jesús en la Cruz nos hablan de la necesidad de Cristo de morir derramando luz. Las dos siguientes: Nos cuentan su sufrimiento en esa hora. Las dos últimas: Transmiten una total paz que le inundaba en los momentos finales.
La palabra de hoy, la sexta, se dirige a todos. El Hijo recoge su existencia, agonía y muerte para dar sentido a su misión. Su misión en la tierra se ha cumplido. Ahora viene la parte celestial. Ha puesto fin a todo lo antiguo para liberar lo nuevo, como el Bautismo, en el que el hombre nace de nuevo a la vida de la gracia. Esto ha sido posible porque, por el Bautismo, nos concede la integridad que por nosotros mismos no podríamos lograr. Lo que le fue quitado en la muerte a Jesús, lo recibe su Iglesia. Detrás del Bautismo no hay una segunda verdad, es lo más grande que podemos alcanzar. En este sacramento, la iglesia abre los sellos de Cristo y descubre el misterio de la gracia de Dios, de su gloria. Pero la Gloria de Dios es la rememoración de la hora de la Cruz y de la muerte, porque “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da fruto”.
¿Hemos profundizado en la verdad oculta del misterio de nuestro bautismo? ¿Lo estamos tomando en serio? ¿Somos conscientes de la responsabilidad que asumimos pidiendo el bautismo para nuestros hijos? ¿Renunciaremos a pedirlo para que el hijo o hija elija libremente si quiere ser bautizado cuando sea mayor? ¿No estamos reduciendo el bautismo a una opción individual, siendo una gracia que Dios otorga?
Este Bautismo es la base de la nueva evangelización de Europa que está en marcha, porque hay que vivir hasta su pleno cumplimiento la maravilla de ser hijos de Dios.
Nos despedimos del Coro Parroquial hasta el lunes en que volverán. Hay que decir nuevamente gracias por el gran trabajo que han hecho para tener un amplio repertorio de cantos en este novenario.
Creo que el novenario de este año se recordará durante mucho tiempo por la gran cantidad de gente que está participando como hace tiempo que no veía. Y participar no significa estar. Participar es estar preparado enteramente para recibir esa lluvia fresca que está siendo la predicación de Don Raúl y la masiva recepción de los sacramentos. ¿Qué tendrá Jesús que hace tantos milagros?
Ahora, el Hijo se dirige al Padre para darle lo último que tiene en la vida: su Espíritu. Se abandona en un refugio seguro, los brazos de su Padre. Jesús, cual hijo pródigo, viene destrozado por los pecados de los hombres. Muere tranquilo y envía su Espíritu al Padre.
En la vuelta al Padre radica la promesa de su descenso a la muerte. Ahora es el Hijo el que dispone del Espíritu y lo enviará desde el Padre a su Iglesia. El Espíritu que nos manda no es una copia del Hijo sino una revelación nueva. Por el Espíritu, la Iglesia es y siempre será joven, como lo demuestra el que ha ido caminando a lo largo del tiempo y de la Historia, contemplando el surgir y el desaparecer de muchos imperios y dominaciones a los que ha sobrevivido durante más de veinte siglos. Eso lo ha hecho posible el Espíritu. Gracias a Él, los nuevos discípulos tendrán una fe más profunda en Jesús y darán testimonio.
El Espíritu glorifica el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Es la luz que ilumina la imagen, el aire para pronunciar la palabra.
Confirmación es el segundo sacramento de la iniciación cristina, junto con el Bautismo y la Eucaristía. Sus efectos hacen que los fieles se unan más profundamente a la Iglesia. Como una marca a fuego con la que se nos marca. La gracia del sacramento no depende de la edad, ni de la madurez, ni de la preparación. Don Raúl, comentó la crisis de este sacramento, quizás por falta de acompañamiento a los jóvenes por parte de padres, catequistas, sacerdotes, etc., y resaltó que en muchos sitios se está dando un incremento de la catequesis de adultos no confirmados, animando a los presentes a que cunda el ejemplo en nuestra Parroquia y nuestro pueblo. Porque la vida espiritual es respirar la vida interior del Espíritu, del alma. Pidió que el Señor nos conceda su Espíritu y nos llene de su vida, de su luz, de su palabra.
Nos acompañó el Coro de la Asociación Cultural Airén, con sus cantos religiosos extraídos del folclore de nuestra tierra y con los Mayos a Nuestro Padre Jesús del Perdón, recordando aquel Viernes Santo de 1809 en que fue la salvación de nuestro pueblo.
Jesús, muere en la Cruz y un soldado le traspasa el corazón. Queda el silencio de la muerte de Dios. Un silencio elocuente, parecido al de antes de la Creación del mundo. Un silencio que habla mucho, dice mucho. Jesús, es bajado de la Cruz y lo dejan en brazos de María. La cruz queda desnuda, vacía, pero nunca será olvidada porque allí han quedado clavados nuestros pecados. Es el árbol de la salvación. En sus brazos abiertos brilla el amor de Dios. Más allá de la cruz hay perdón. Llega el momento misterioso del sepulcro.
Descenso a los infiernos, porque hasta que no vuelva Cristo y resucitemos a la vida sin fin, el infierno aún no está definido. En el Sábado Santo, el pecado se despega de lo humano hasta su disolución. El Hijo es sepultado bajo el peso mortal del pecado del mundo y sobrevive a la oscuridad del pecado, de la muerte. Atravesando el infierno del Sábado Santo, en su resurrección le ha dado un nuevo cuerpo que ya no tiene que cargar más con el pecado, porque en la Cruz ha sido expiado.
Este cuerpo resucitado regala constantemente la absolución, el perdón. El Hijo ha logrado la salvación de todos los hombres. El núcleo esencial de su doctrina es la entrega de su existencia a la Iglesia, la entrega de su amor por los sacramentos, pero especialmente por el del Perdón y la Eucaristía. La cruz es un signo de suma, acomodando nuestra voluntad horizontal con la vertical de Dios y rodeándola con un corazón.
Jesús ha venido para acompañar el sufrimiento con su presencia, no a traerlo ni a quitarlo, sino a compartirlo. El sufrimiento es el amor en el dolor. Y terminó su predicación como la empezó el primer día: recordando a los ancianos, a los enfermos, a los impedidos, a los que no habían podido asistir.
Hoy, remató su grandiosa intervención en el Novenario nuestro Coro Parroquial, al que desde aquí hay que reconocerle su entrega generosa y su buen hacer. Gracias hermanos.
MISA REZADA DE HERMANOS.
En su homilía, Don Luís, nos habló de las miradas de Jesús. Miradas como las que se pueden percibir de esa bendita imagen de nuestro Patrón. Citó la mirada en torno cuando el milagro del paralítico, apenada y enojada por la incredulidad de los fariseos. La mirada a los que entran a decirle que, en la puerta, esperando, estaban su madre y sus hermanos y les contesta que su madre y sus hermanos son los que cumplen la voluntad de Dios. Mirada cuando la curación de la mujer que tenía flujos de sangre. Jesús seguía mirando a la gente para intentar descubrir quién lo había tocado, y lanzó unas preguntas: ¿Quién toca verdaderamente a Jesús? ¿Quién le mira con auténtica fe? ¿Quién se siente curado por dentro porque la mirada de Jesús le ha traspasado?
El peligro es la superficialidad, el vivir la costumbre, pero no buscar la santidad. Hemos de dejarnos mirar por Jesucristo porque de Él saldrá la virtud que nos curará.
En muchas acciones de nuestra vida hemos de pensar que Jesús nos está mirando. Insistió en el alejamiento de los jóvenes y pidió por ellos y citó otra mirada, la que cruzó con Pedro después de haberle negado y éste comenzó a llorar. Nuestro Padre Jesús del Perdón, nos mira y nos interroga sobre nuestra fe. Otra mirada es la de Jesús a su Madre en la cruz y el encargo a Juan de acogerla. Jesús, nos mira y nos pide que no descuidemos a la Santísima Virgen María, porque ella es el camino más corto que nos lleva a Él.
FUNCION SOLEMNE. Don Antonio Algora Hernando. Obispo de Ciudad Real
Comenzó don Antonio, nuestro obispo, saludando a los sacerdotes y a todos los presentes e indicó que esta era una fiesta llamativa para quien no tenga fe. El pueblo cristiano celebra la Exaltación de la Santa Cruz llevando en el pecho la cruz de Cristo. Fiesta que para los romanos era un patíbulo para delincuentes. La Cruz de Cristo, es importante porque Dios Padre envió a su hijo y lo entregó a la muerte, abriendo el camino de la inmortalidad al ser humano.
Día para adorar la Cruz, pero puede ser un signo hurtado en la historia del hombre, signo de adoración profunda al Dios, Padre de todos los hombres. La humillación de Cristo no se puede entender sin la grandeza de Dios todopoderoso, para salvar a los hombres del pecado y de la muerte.
La adoración de toda la Iglesia a la Cruz de Cristo viene dada porque a Jesús no le importó ser igual a Dios. Tomó figura de súbdito y se abajó a la muerte de cruz, expresando la grandeza del Dios que perdona, para atraer a sus hijos, los hombres.
Las Cruz es un camino abierto para todos nosotros. Cristo respeta la libertad de los hijos y la grandeza de su dignidad.
En esta fiesta estamos obligados todos los cristianos a ofrecer al mundo la salvación de Dios, siendo testigos fieles de la verdad que hemos recibido. Los que creemos, hemos de saber seguir el camino de la Cruz de Cristo para seducir a una humanidad soberbia y prepotente.