En los últimos años, es el impresionante recinto del Gran Teatro, el que acoge el acto inaugural de nuestras Fiestas Patronales. El Pregón, que este año pronunció este joven manzanareño, Doctor en Humanidades, Arte y Educación, Jefe de Estudios del IES Azuer y Profesor de Lengua y Literatura del mismo, fue presentado por Rosario Morales Ruiz-Ruano, quien, con su peculiar forma de manifestarse en el escenario, no ahorró virtudes para el personaje que estaba presentando, recreándose en un amplio curricullum, en el que no faltan colaboraciones, sobre todo en el catecumenado de jóvenes en la Parroquia de Altagracia.
Comenzó Jesús Villegas su pregón, saludando a las autoridades civiles y religiosas y a los miembros de la Hermandad, así como al numerosos público congregado en el auditorio, confesando que no se considera vinculado a la Hermandad, ni es hombre de besar el pie cada viernes, ni de novenas ni procesiones, por lo que, cuando aceptó la misión de pregonar a semejante figura, tuvo que buscar “la ligazón emocional con Jesús del Perdón”, lo que él denominó “magma sentimental” de esta piedad popular que nos inunda a los manzanareños, en la labor de redactar el pregón y, la encontró en la persona de su abuelo Juan, “un hombre de campo, un jornalero, un hombre bueno y muy religioso” al que recuerda sacando una caja de zapatos con muchas estampas de vírgenes y santos y recordatorios de difuntos, con los que formaba un altar en su casa, en el que encendía una pequeña vela y se encerraba en un grave recogimiento, que a él, como niño, se le hacía eterno, con un íntimo ritual, casi eucarístico. Allí, en su casa, rezar nunca ha sido tenido por una extravagancia. Y cuando habló de su abuelo, lo hizo de sus abuelos y de la guerra, que parece querer quedarse presente entre nosotros, quizás para que no vuelva a repetirse. Quizás, esas plegarias, fueran dirigidas en busca de una misericordia, posiblemente innecesaria, por esa carga íntima y cotidiana que llevaban a la espalda casi todos los que vivieron aquella horrorosa contienda.
Y nos mostró a su abuelo Juan, como una persona asidua a besar el pie a Jesús, igual que su abuela Antonia y, en las dos procesiones de Jesús, allí estaban, descalzos o no. “Durante una época de mi vida, fui beligerante con estas muestras de religiosidad popular, porque me enseñaron que no había que hacer promesas ni tratos con el buen Dios, pero quizá, el poso de la vida me haga comprender lo que antes no”. “Muchos tenemos el vicio, al paso de las procesiones de mirar los pies de los penitentes, en lugar de su cara y, el ver desfilar pies descalzos, provoca la pregunta sobre qué sabemos de la vida de cada uno y de su discurrir en las profundas aguas de la intrahistoria personal y por qué ha realizado una promesa; qué anhela o cuál es esa necesidad que le atenaza el alma y la respuesta está en lo oculto de una vida ajena al juicio de la historia.
“Pienso en el pueblo de Manzanares, cuyos vecinos han llevado la carga a la que hago referencia. A veces onerosa, otras ligera, con una vivencia en comunión de las pequeñas y grandes cosas”. “En esta intervención ante ustedes buscaba un protagonista que me ayudara a entenderla, para después pregonar la devoción a Jesús del Perdón y la he encontrado en la historia personal de mi abuelo y, como él, tantos vecinos de Manzanares, sobre cuyas espaldas se haya llevado el peso de la historia, sin saberlo ellos mismos.”
“Para ellos no contaba lo que hoy reza en letras de molde en los libros de historia, sino la vida misma con toda su verdad y eternidad”. “En esas vidas particulares, hemos visto la presencia de Jesús, como compañía o soporte o indulgente presencia, ante el asombro de lo que en nuestra vida nos sobrepasa.” “Uno de los aspectos que me ha parecido relevante del Jesús de nuestro pueblo, es que sea DEL PERDÓN. Qué sabe nadie de cuánto perdón estamos necesitados las vidas calladas que procesionamos al amparo de Jesús o que los viernes nos quedamos mirando los ojos caídos o los párpados pesados de la imagen de Jesús y cuánto perdón en las vidas calladas y ocultas de la gente buena, porque el perdón es una condición de la supervivencia y el más difícil de todos, es el que ha de darse a uno mismo.”
“Entretenidos como estamos en el devenir histórico, con tanto ruido a nuestro alrededor, nadie repara ni se estremece del oscuro cataclismo del lastre de la culpa, que atenaza y subyuga tantas vidas que no alcanzan ni a perdonarse ellas mismas.” “Qué sabemos del corazón que reza en lo escondido, del que apenas roza el pie de Jesús con los labios y ni alza la mirada, del que le cuesta Dios y ayuda mirar a la esposa o al hijo o a la hija o a la madre o al hermano. Qué sabemos de lo que pasó en SU HISTORIA, en la callada corriente subterránea que recorre nuestro pueblo, hecha de mil reproches y perdones, de mil frustraciones, en su pequeñez, perturbadoras y cósmicas. Y, como oscura es la culpa, escondido es el perdón, pero valioso, como un diamante encendido, luminoso, como la alegría del niño que se siente perdonado.”
“Lo que hace tradicional y eterno a Jesús, es su presencia en la intrahistoria. En los colegios de Manzanares, se nos enseñaba el acontecimiento fabuloso del perdón de las tropas francesas, conmovido el general francés con la visión de la imagen de Jesús del Perdón. Era el marco altisonante de otra guerra, igualmente contada. Pero no es eso lo que hace de Jesús patrón, porque lo que nos ha entregado la tradición es la experiencia cotidiana de Jesús en la profundidad, en la intimidad de tantas vidas de las que nada sabemos y cuyos abismos apenas columbramos. La tradición de Jesús y su patronazgo, no es ni la belleza de la imagen, ni de la procesión, ni el brillo de la Hermandad, sino la historia íntima que cobija; la intrahistoria de un pueblo y las tradiciones están hechas de lo profundo y de lo pequeño. Jesús está lleno de vidas, de las que solo Él, más allá de su efigie de madera, tiene noticias y para las que es consuelo”. “Bajo los párpados densos y la recia complexión norteña de esta imagen, se ha fraguado una historia”.
“En la liturgia repetida hay un grueso sentido que se nos escapa y que irremediablemente pasa por este Patrón que hoy pregonamos. Liturgias íntimas, ritos, promesas, sacrificios, ofrendas, procesiones, velas y las vidas de las gentes, de las que nada sabemos y así debe ser. Lo que importa es lo pequeño y lo profundo. Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia, que a todas horas del día y en todos los países del mundo, se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la silenciosa y oscura labor cotidiana y eterna, sobre la que se alzan los islotes de la historia. Es la tradición eterna y la historia íntima, lo que nos hace pueblo, las historias de los abuelos y la labor diaria y compartida. Los afanes, los trabajos, las conversaciones en la mesa, las cálidas palabras de acogida, el consejo íntimo, el recuerdo compartido o el paseo silencioso.” “Lo que hace volver cada catorce de septiembre a muchos convecinos a sus casas cerradas y sus alcobas, cristalizadas en el tiempo, es la mirada íntima de SU JESÚS y la crepitante y tierna memoria del hogar, cuyo regreso es un mandato ético, una necesidad de integración personal.”
Se explayó después en el análisis de esta sociedad inundada de imágenes y palabras , que no deja hueco, por humilde que sea, para el silencio y de detuvo un instante en las palabras del Evangelio, respecto a las tentaciones de Cristo, “porque adoramos la información, las noticias, los mensajes, estar conectados, entretenidos, informados, hablados, embotados, anestesiados por las palabras, pero queremos regresar a la palabra íntima, a la conversación serena, a la memoria de las conversaciones que nos iluminaron la realidad, sin prometernos mundos. De los padres, de los abuelos, de los amigos, del profesor. Contar las anécdotas del hogar, las palabras que en nuestra memoria no se han evaporado. A ellas regresamos y en ellas nos acurrucamos y descansamos. Son nuestro pueblo, nuestro hogar. Vivimos en un exilio de palabras ajenas y añoramos las palabras con las que crecimos.”
“Las imágenes son el reflejo o la promesa de lo que son, pero aún más seductoras que la palabra. El diablo no le contó a Jesús todos los reinos del mundo, le mostró una imagen y quiso hacerle creer que podría poseerlos. La imagen que entra por el ojo, puede funcionar como un veneno, porque lo que has visto, una vez visto, ya no puedes no haberlo visto y queda dentro, inoculado. Vivimos de las imágenes. Seductoras, fascinantes, en la televisión, en internet, son el reflejo de un mundo que queremos poseer o de lo que nunca quisiéramos que nos poseyera. Las imágenes nos dispersan, nos alejan.”
“Hay otras imágenes que nos acercan, que nos traen a casa, que nos devuelven a la intimidad, a la protección y al amparo de la niñez, que no nos llevan afuera sino adentro, que tienen un significado intenso, como la imagen de Jesús, que nos hace regresar a casa, al hogar, a una intimidad reconfortante y cálida.” “Estamos en casa. Nada malo nos puede ocurrir. Sentimos el consuelo y el amparo. Por eso, nos emociona la imagen de Jesús y nos abriga, porque es como un brasero en una tarde de invierno o como el colchón de lana de los abuelos, como el olor de la comida de las madres o el sabor de las uvas en una mañana de vendimia, como el roce en la cara del viento fresco en septiembre. Estas son, también, metáforas del perdón. El perdón y volver a casa es lo mismo.” Leyó un fragmento de la parábola del hijo pródigo.
“La intrahistoria, la historia interior, la permanencia, la palabra fundamental, la imagen prístina… Tal es para mí Jesús del Perdón y sus fiestas que hoy pregono, que significa para mí el sentir religioso, hondo y verdadero, la fe profunda en un Dios de misericordia y de perdón, vehiculado para muchos manzanareños por ese sentimiento de regreso, de intimidad, de cobijo, de infancia perdida y recobrada, por ese sentimiento de pertenencia a algo y ese ejercicio de memoria, que hoy es tan necesario e imprescindible. Si es verdad que estamos perdidos, he aquí las señas que nos pueden orientar, para el regreso a casa. Os invito a disfrutarla en estas fiestas. ¡Viva Jesús del Perdón!
Decir que fue Matilde Horcajada López-Manzanares, la mantenedora del acto, que asistieron nuestros párrocos junto a don Jerónimo y, nuestro Alcalde, acompañado de representantes de casi todos los grupos municipales de nuestro Ayuntamiento, que estuvieron representantes de todo el tejido cofrade, asociativo, cultural, educativo y un largo etcétera de personas que casi llenaban el patio de butacas, que le fue entregada una hermosa fotografía enmarcada de Jesús del Perdón al pregonero y que, tras esto, la Orquesta de Pulso y Púa Sotomayor, cada día más afinada, cada concierto más deseable, nos obsequió con la interpretación de cinco piezas para guitarra y un bis de regalo, recibiendo a cambio una hermosa cerámica de recuerdo.
Fotografías de Carlos Caba.