Vino a su casa y los suyos lo recibieron
Recuerdos de una Semana Santa irrepetible
Y es que lo ha sido. Quizás porque llevábamos mucho tiempo esperándola. Quizás porque todo ha coincidido, incluyendo la meteorología, para que hayan sido unas celebraciones únicas, como no recordábamos desde hace años.
El sábado de la cuarta semana cuaresmal, tuvo lugar el Cabildo General de Hermanos, en el que se aprobaron las cuentas y cambios de la Junta de Gobierno, a lo largo de los tres últimos años.
Después de semanas de preparativos, llegamos a la última semana de Cuaresma, en la que tuvo lugar la exposición de las sagradas imágenes del Cristo de la Vera Cruz, María Santísima de la Misericordia y San Juan, para su veneración, junto a Nuestro Padre Jesús del Perdón, por parte de los fieles y devotos, en nuestra Ermita.
Y ese sábado, 9 de abril, se colocaron en sus tronos todas las imágenes para ser expuestos a la veneración de los visitantes, hasta el día de la salida procesional, ese que ansiábamos todos los hijos e hijas de Jesús del Perdón, desde el momento en que terminó aquella Procesión del Silencio de 2019, la única que salió a la calle aquel año.
Y llegó la noche más hermosa para un cofrade de Jesús del Perdón y María Santísima de la Esperanza. Cuando el reloj marcaba la una de la mañana del nuevo Viernes Santo, con un cielo pleno de estrellas, una luna llena, más llena y brillante que cualquier otra noche y, con una temperatura agradable para caminar o esperar en la acera el paso del Señor y su Santísima Madre de Esperanza y Misericordia, salió a la calle Él, como se le ha denominado por parte de algún comentarista: EL SEÑOR DE MANZANARES.
Y con Él, detrás de Él, un río, un sinfín de personas que no quisieron dejar de acompañarlo, como cada año hacen los naturales de este lugar. Pero este año, visto con los ojos de las cámaras de televisión, muchos más de los que recordamos de otras ocasiones.
La Procesión del Silencio, discurrió tranquila y sin interrupción y, este año, como novedad, al llegar a la calle Toledo, la carroza de Jesús giró a la izquierda y se encaminó hacia Reyes Católicos, para, siempre acompañado de una multitud de fieles y de la Banda de Cornetas y Tambores de la Santa Verónica, de Membrilla, desembocar, nuevamente, en la calle Jesús del Perdón, para encarar el portón de la Ermita e introducirse, a los acordes del himno nacional, en su casa, la de todos los manzanareños, a la espera de la llegada del paso de Calvario, acompañado del Coro Mansil Nahar y el de la Virgen de la Esperanza, a los acordes de la A.M.C. Julián Sánchez Maroto, y a la que acompañaban las autoridades civiles, eclesiásticas y cofrades, recibiendo como regalo de despedida del coro citado, la Salve Regina.
Quizás sea más difícil contarlo que vivirlo. Emocionarse, derramar algunas lágrimas, ofrecer el sacrificio de unos pies descalzos o la dificultad para completar el recorrido, para un cuerpo lacerado por el dolor o la enfermedad o quizás soportar el peso de una cruz para los que acompañan con la cruz a cuestas al que siempre está presto a tomarla para ser nuestro consuelo y nuestro abrigo. Nuestro paño de lágrimas y el hombro amigo en el que depositar tantas cosas como la vida nos depara y de las que muchas veces no podemos sustraernos, pero tampoco es posible compartirlas con casi nadie. Muchas veces, Él es nuestro bálsamo y es difícil olvidarlo, como lo es decirle que NO, cuando Él te pide que le ayudes, que lo acompañes y que hagas un esfuerzo, porque quiere servirse de ti para curar otras heridas.
Aunque es difícil expresarlo, quizás si nos asomamos a ese video que grabó nuestra televisión municipal, comprendamos que esas personas, cientos, quizás más de mil, no estaban ahí de paseo, sino que tenían mucho que agradecer a Nuestro Padre y Señor, que nos regaló una noche inolvidable, de la que, junto a los otros acontecimientos que hemos narrado, les dejamos unas imágenes de Carlos Caba Cantero, al que agradecemos su generosidad.
Y a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Jn. 1, 12-14)