Oraciones

En esta sección, pretendemos facilitar, a quien lo desee, unas oraciones a Nuestro Padre Jesús del Perdón y la Virgen de la Esperanza, recogidas en momentos puntuales de los cultos de la hermandad y, también, os dejamos el devocionario que se ha editado por nuestra parte para quien quiera utilizarlo. Que el Señor y su Santísima Madre, nos bendiga a todos.

Señor, estoy aquí.

Recuerdo aquel día, en que acudí a la Ermita y, tras saludar al dueño de la casa, me encaminé a la Capilla del Santísimo. Sentado en uno de los bancos, agaché la cabeza, porque no me atrevía a mirar al Sagrario. Era tanto el peso de una vida sin sentido, llena de problemas y angustias, que no sabía por dónde empezar. Era consciente de que Él me había “calado” desde el principio, pero no me llegaba ni un solo sonido, de esos interiores, que, cual brisa suave te va empapando el alma y los sentidos y abre cauces a tantas dudas y pesares como asolan nuestros corazones, que están llenos de amor, esperanza y misericordia, pero que nos negamos o no sabemos escucharlos.

Entonces, cual hijo que acude a su padre, me puse a balbucear: “Señor estoy aquí, frente a ti, para suplicarte que me muestres el camino, para rogarte que me ayudes a desterrar mis pesares, para pedirte que repares este corazón que me has dado para amar y me ayudes a asumir que, lo que quiera que me pasa, puedo solucionarlo con amor por tu gracia”

“No soy capaz de recitar, otra vez, esas oraciones, que me hacen despistarme y seguir, perdido en mis pensamientos, mientras rezo, una y otra vez, la misma jaculatoria”

“Señor enséñame a orar” “Muéstrame el camino” “Dame tu bendición” “Te amo, Padre bueno”.

¿Es este tu caso, hermano? ¿Cuántas veces has dado media vuelta, pensando que tu rezo no ha sido escuchado, porque no lo has hecho con el corazón?

Pensando en esto y en muchas cosas más, desde la Hermandad, se han puesto, en cada banco de la “Capilla de los Quesada”, unos libritos pequeños, editados por la cofradía, a modo de DEVOCIONARIO, de los que podéis disponer libremente y luego volver a dejar donde estén, cada vez que vayáis a la Ermita. Hay un buen número de oraciones y algunas reflexiones, de las que podréis ayudaros, si ese es vuestro deseo.

No obstante, si deseáis hacerlo desde casa, aquí os dejamos un DEVOCIONARIO DIGITAL, para que lo uséis cuantas veces os sea necesario.

Esperamos que sea de utilidad y que lo recibáis con el mismo cariño que ha sido pensado y creado, por otro hermano nuestro y de Jesús del Perdón. Que Dios os guarde.

Recibe, Señor, nuestras debilidades y flaquezas.

Conviértelas en fortalezas.

Recibe, nuestros temores y nuestros miedos,

porque, aunque taconeamos por la vida,

nos estremecemos ante el informe médico,

que pone en duda nuestra salud.

Transforma, Señor, nuestros miedos en confianza.

Recibe nuestra pobreza y nuestra indigencia

Transfórmalas en riqueza

Recibe los lamentos, las quejas,

que vamos dando por la vida y

conviértelas en una alabanza agradecida.

Recibe los sufrimientos y dolores

nuestros y de nuestras familias.

Señor, que tengamos un poco de gozo, de paz, de alegría.

Recibe nuestros agobios, nuestros apuros

cuando nos llega el agua al cuello

y transfórmalos en serenidad agradecida.

Recibe nuestros cansancios y desalientos.

Recibe las quejas, de los que dicen “ya no puedo más”

Transfórmalos, Señor, en descanso

Conviértelos en sosiego.

Recibe nuestro silencio, nuestro mutismo,

cuando, a veces, no podemos, ni nos salen las palabras.

Transfórmalos en un diálogo fraterno

para buscar la verdad.

Recibe las torpezas, con las que actuamos, a veces,

en la familia, con los que queremos y

transfórmalas, Señor, en ternura.

Recibe nuestros enfados, nuestras iras.

Conviértelos en paciencia.

Recibe nuestras crisis, nuestras oscuridades,

transfórmalas, Señor, en crecimiento, en luz.

Recibe nuestras heridas y cicatrices,

los resabios que la vida nos ha ido dejando

y transfórmalos en crecimiento y manantial de vida.

Recibe nuestro barro. Las faltas de nuestro pueblo

y haz de nosotros una vasija nueva. Un pueblo nuevo.

Recibe las oscuridades.

Cuando no vemos nada y todo se nos hace de noche.

Que Tú seas nuestra luz.

Tú también pasaste por esos momentos de oscuridad:

“Mi alma, está triste hasta la muerte”

Recibe nuestros desánimos y cansancios

nuestro no querer tirar del carro.

Transfórmalos, Señor, en una fe confiada

que contigo y detrás de Ti,

sigue llevando la Cruz.

Recibe nuestra amargura,

nuestros momentos de tristeza y desolación.

Transfórmalos en paz.

Recibe la soledad

de los que, a veces, están juntos y en compañía.

Transfórmala en unión y cercanía.

Recibe, Señor, nuestras enfermedades,

las enfermedades de los hijos e hijas de nuestro pueblo,

de los que dicen “esto no va a tener solución”

cuando se traspasan esos umbrales

y se camina por esas cañadas oscuras de la vida

sin ir cogidos de tu mano.

Transforma, Señor, nuestras enfermedades en salud,

y recibe nuestra muerte cuando llegue.

Transfórmala en vida eterna.

Como nuestros antepasados,

ya ves que, aquí estamos nosotros

poniendo nuestro pueblo bajo tu patrocinio.

A TUS PLANTAS CONTINUAMOS.

NO NOS ABANDONES.

Padre Jesús del Perdón,

a Ti, hoy, te suplico que,

las miradas de estos fieles, que somos tuyos,

no pasen inadvertidas ante tus ojos.

Míranos. Que estos, que hoy estamos ante Ti,

esperando que alces la cruz de nuestra vida,

recibamos de Ti el consuelo,

la gracia y el perdón.

Que tus plantas de Padre, 

Jesús del Perdón,

dejen huella en cada una de las vidas,

que hoy se presentan ante Ti.

Porque tu vida ha pasado por nuestras vidas.

Porque, tu vida, ha roto,

 con un canto de amor,

cada una de las cadenas de nuestra opresión.

Padre Nuestro, Jesús del Perdón,

que tus manos, no dejen de agarrar, acariciar,

y sostener nuestra cruz de cada día,

nuestros pasos de cada día.

En este valle de lágrimas, 

que este pueblo, 

que somos tuyo,

siga acudiendo a Ti.

Subiendo hasta tu altar,

cada viernes, en tu ermita

y cada septiembre en tu novena,

donde sigamos besando tu pie

y acariciando tu mano.

Porque Tú eres quien puede darnos,

quienes somos y seguimos siendo:

Hijos de nuestro Patrón.

Porque solo tu mano

nos ofrece el perdón y la redención.

Querido pueblo de Manzanares,

por favor, no apartes nunca

la mirada de tu Patrón.

Feliz fiesta de Nuestro Padre Jesús del Perdón.

Que así sea.

De amor, Señor, has muerto torturado,
de amor por los pecados sin medida,
de amor por nuestra tierra corrompida,
de amor sobre la Cruz crucificado.

Ni por Hijo de Dios, ni por sagrado,
ni por esa derrota consentida,
ni por tu sangre, ni por tanta herida…
Tú te has muerto, Señor, enamorado.

Muerto sobre la Cruz, luz y negrura,
llena tu sed de Dios de sufrimiento,
has muerto de cariño y de ternura.

Y has dado tanto amor a la amargura,
de flagelado, lleno de tormento,
que es tu muerte de Amor la que me apura.

 Anoche te miré y se quedó
fundida mi mirada en tus ojos.

Te vi triste y cansado.
En tu rostro asomaba
la fatiga del mundo.

Tu cuerpo, lacerado, se
postraba de hinojos bajo una
cruz grotesca de reseca madera.

Anoche te miré.
Como miro a un hermano
vencido y humillado.
Como miro, impotente, el
dolor de un amigo.
Como miro una flor, un
árbol o una espiga.

Anoche, te miré,
desde lo más profundo
de un alma atormentada.
Desde la más recóndita
realidad de mí mismo.
Desde la pequeñez y el
miedo y la esperanza.

Anoche, te miré y vi los pies
descalzos de cientos de personas
y vi los rostros serios, pendientes
de tu imagen y escuché la saeta
perdiéndose en la noche.

Y, el silencio más íntimo
desgarrado en sollozos.

Era por Ti, por ellos.
Eran tus mismos ojos.
Tus mismas esperanzas.

Era el miedo, la angustia,
la ansiedad, la tristeza.
Era el mismo latido,
compañero del Tuyo.

Anoche, te miré.
Buscando en Ti la fuerza
por encima del tiempo.
Con la mano tendida
hacia Tu Mano Eterna.

Con la fe del artista
que cinceló la piedra
y descubrió la angustia
que reflejó en tu rostro.

Anoche, te miré por un momento
y me quedé prendido en tu mirada.
Retrocedí después, con un lamento,
pues la he visto también crucificada.

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