SI EL SEÑOR NO CONSTRUYE LA CASA, EN VANO SE CANSAN LOS ALBAÑILES.
9 DE ABRIL. 4º Aniversario del derrumbamiento del tejado de la Ermita de la Veracruz.
La mañana había sido normal en la Ermita. Era martes y Enrique, el santero, como cada día desde hacía algunos años, llegada la una de la tarde cerró las puertas y se marchó a casa. Un poco más tarde, Rafa, secretario entonces de la Hermandad, cerró su establecimiento de óptica, instalado frente a la Ermita de la Vera Cruz, para marcharse también a casa.
Sobre las tres y media de la tarde, sonó el teléfono en casa de este último. Era la policía municipal y le comunicaba que, una mujer que se asomó a la terraza de su vivienda en el edificio de los Lillo, observó que había un tremendo boquete en el tejado de la Ermita de Jesús del Perdón y les dio avisó. Es algo así, como si de buenas a primeras, estás en casa, comiendo o reposando después de comer y te echan encima un balde lleno de agua helada. Porque realmente cuesta reaccionar cuando lo escuchas y después, una vez en el lugar, contemplas que, un tejado, arreglado hacía poco más de año y medio, se había desplomado en una de sus partes, sobre el interior del edificio y segado y destrozado todo lo que había debajo. Una montaña de escombros, bajo la cual, dada la hora en que se produjo, gracias a Dios, no hubo que lamentar desgracias personales.
A partir de ahí, tanto por parte de las autoridades, como por la Hermandad con su Hermano Mayor, Agustín Trujillo Martínez, al frente, se produjeron cantidad de gestiones encaminadas a conocer la magnitud del suceso. Acudieron rápidamente la arquitecto municipal y el que habitualmente recibía los encargos de la cofradía, Diego Gallego que, mediante una grúa, revisaron in situ el tejado en cuestión, determinando que había que inspeccionar el edificio y ver la posibilidad de demolición y reconstrucción total o parcial del tejado que, parece ser, había sufrido el derrumbe a causa de la humedad originada por las copiosas lluvias del anterior invierno, inexplicable, porque se reparó y retejó hacía poco tiempo, cuando se realizaron diferentes mejoras en la Ermita.
Cuando los técnicos lo permitieron, el día 11 de abril, se trasladaron las imágenes principales a la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora y al resto se les buscó una ubicación, para iniciar, lo antes posible el desescombro y, cuando se consiguieran fondos, las obras de reconstrucción, confiando en que el seguro que se tenía suscrito, contribuyera a minorar el coste para la Hermandad. Al final no fue así y la compañía aseguradora denegó el siniestro y hubo que costearla íntegramente por parte de la Hermandad.
Hubo un Cabildo General de Hermanos extraordinario, el 27 de abril, en el Centro Parroquial de la Asunción, de la calle Mayorazgo, al que asistieron muy pocos hermanos y en él se acordó que cada uno de los cofrades realizara una aportación extraordinaria de treinta euros, para hacer frente a los primeros e indispensables gastos, destinados a la reconstrucción de la cubierta del edificio, a la par que se hizo un llamamiento a los manzanareños para que en los cepillos de la Ermita o en las cuentas que se habilitaran, realizaran sus donativos, y se pidió ayuda al Ayuntamiento y a la Diputación para la reconstrucción de lo que, definitivamente fue la totalidad del tejado del edificio que, según los técnicos, soportaba un peso desmesurado que había que aligerar. También se llamó a las puertas de diferentes entidades financieras, en unos momentos en que la crisis bancaria no ponía fácil la financiación a una asociación como la nuestra. Pero en eso, también nos acompañó el que todo lo puede y, finalmente se consiguió la financiación de una Entidad bancaria manzanareña.
Antes, se pidieron presupuestos a diferentes empresas constructoras y se eligió la que lo haría, recibiendo tanto de ella, como de las suministradoras de grúas, forjados de hierro, materiales de construcción, pintores, escayolista y un largo etcétera, toda clase de facilidades y aplazamientos hasta lo inimaginable.
Fueron ocho largos meses, en los que cada día traía sus problemas y las correspondientes soluciones, con la colaboración de todos y especialmente de los manzanareños, que se acostumbraron a visitar a Jesús del Perdón, la Santísima Virgen de la Esperanza y San Juan, en el templo parroquial, hasta que ese 6 de Diciembre, en una gozosa procesión, Jesús del Perdón, arropado por sus hijos e hijas de Manzanares, recorrió esos escasos cientos de metros que le separaban de su Ermita y entró en ella para quedarse. Gracias sean dadas a Dios y a su Santísima Madre, la Virgen de la Esperanza.