Como en otros pueblos, el patrimonio artístico de Manzanares forma parte de nuestro paisaje y está diseminado en diferentes lugares. Los vecinos de la villa tienen en su retina algunas joyas de arte, tan frecuentadas como, en muchos casos, poco valoradas. Además, el retablo de la ermita de la Vera Cruz puede pasar desapercibido al visitante, deslumbrado por el resto de piezas artísticas y culturales veneradas en ese lugar. Por otro lado, sabiendo que el patrimonio artístico es una herencia, que dejaron nuestros antepasados, considero justo y necesario subrayar el valor de esta obra artística, que ahora cumple 50 años.
Fue en 1965, cuando la ermita de la Vera Cruz mostró en el ábside este retablo, mandado construir por acuerdo de la Junta de Gobierno de la Hermandad celebrada el día 14 de marzo de 1962. De este acuerdo, el Hermano Mayor, D. Pedro González Román informó al Cabildo General.
Esta obra conceptuada de gran delicadeza artística ha sido encargada al gran artista D. Luis Ortega Bru por quien fue concebida. Según manifestación del artista (…) este trabajo quedaría terminado para la próxima Semana Santa (Acta de 31 de marzo de 1963).
Al no cumplirse el plazo de entrega convenido, miembros de la Junta de Gobierno visitaron los talleres de Ortega Bru para conocer el desarrollo del retablo. La tensión entre el artista y los representantes de la Hermandad quedó reflejada en el acta del Cabido General. Allí aparecen las desavenencias económicas y hasta legales entre el artista y la Hermandad, que son –según mi criterio- cuestiones accidentales. A mi parecer, lo sustancial es la personalidad del artista, que quedó patente en el fragor del debate:
El arte no tiene fechas de entrega, ni puede someterse a documentos que le liguen los valores, ni fiscalicen sus obras, ya que ello requiere inspiración y estudio muy profundo en el desarrollo del trabajo (….). La obra (el retablo) es una joya de verdadero arte, por lo que el valor estimado, queda muy por bajo del valor real (Acta de 15 de marzo de 1964).
Así pues, el retablo de la Ermita y la hornacina, que se añadió seguidamente, son la obra de un artista consolidado, considerado como uno de los máximos exponentes de la imaginería contemporánea. Para el Dr. En Historia del Arte, José Manuel Moreno Arana, este retablo pertenece a la etapa castellana o madrileña del artista, caracterizada por intentar renovar la imaginería, alejándose de los gustos neobarrocos, que abundaban en hermandades y cofradías. Según el criterio de Moreno Arana, el retablo de la Ermita es una muestra sobresaliente.
De esta etapa creativa son ejemplos tan sobresalientes como el misterio del Descendimiento de la cofradía de la Soledad de Jerez de la Frontera (1957); los grupos de la Resurrección (1958) y la Piedad (1963), ambos hoy en el Museo “Luis Ortega Bru” de S. Roque; el Retablo Mayor de la Ermita de la Vera Cruz de Manzanares (1962-1968); o el Crucificado y la Inmaculada del Monasterio de las Bernardas de Burgos (1974-1975) (http://www.lahornacina.com/articulosbru).
En estas obras, el artista se deja llevar por su inquietud renovadora. Esto lo conseguirá experimentando nuevas técnicas, en especial, el acabado policromo de sus tallas, la valoración estética de la madera y la reducción geométrica de las formas. El retablo de la ermita de la Vera Cruz es un ejemplo significativo de esa etapa creativa. En esta obra, el autor no intenta ocultar la madera mediante el acabado polícromo de sus tallas. Al contrario, deja huella de la gubia sobre la madera para resaltar el valor estético de la misma. También, en este retablo, el autor renuncia al clasicismo exagerado. Así, en los pliegues de los ropajes, que cubren los cuerpos de las imágenes, se percibe el movimiento intenso y la tensión de las figuras humanas.
Es evidente que estamos ante una obra de arte singular, que ocupa el espacio ojival, que hay detrás de la mesa del altar. En el centro del retablo se encuentra la imagen de Ntro. Padre Jesús del Perdón, obra de Quintín de Torres (1942), donde se representa a Jesús caido, camino del Calvario. De una forma exquisita, Manuel A. Serrano Amo así describió esta obra de arte:
Bellísma ojiva deliciosamente tallada con diversas escenas entrecaladas de la Pasión y Muerte del Señor, con Anunciación exquisita, en perfecta conjunción de talla y policromía” (Pregón Fiestas Patronales, 1990).
El retablo consta de tres calles, que narran tres momentos consecutivos de la Pasión: coronación de espinas (izquierda), camino del Calvario (centro) y crucifixión (derecha). La calle del centro tiene dos pisos. En el piso superior aparece la escena de la Anunciación, contada por el evangelista Lucas, que da sentido a este retablo de Pasión:
El ángel le dijo: No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús (Lc. 1, 20-21)
Al oir el anuncio del ángel, María cae en la cuenta que es un instrumento en la Historia de la Salvación. Ella comprende que el niño que va a nacer es el Siervo de Yavé, que anunció el profeta Isaías. La profecía dice que El salvará al pueblo a través del sufrimiento y el dolor. Por eso, en el momento de la Anunciación, por la mente de María pasan las imágenes de la Pasión. El retablo contiene tres escenas de la Pasión para confirmar que la profecía de Isaías se ha cumplido:
Pero, fue el, ciertamente, quien soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores, mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido (Is. 53, 4)
Así, esta “Biblia de madera” sirve para que el creyente pueda intensificar su fe y sus creencias, y todos podamos admirar una creación humana singular.
José Antonio Sánchez-Migallón Márquez
Profesor de Teoría e Historia de la Educación en la UCLM