Rebuscando en mi archivo sobre algún tema no repetitivo en su argumento y ligado a Manzanares, me pareció interesante una entrevista que sostuve, en mayo de 1977, con Francisco Díaz Portales Porras, el santero que más años estuvo en la actual ermita de la Vera Cruz, sustituyendo a «Paquito» Olivares, asesinado, el 21 julio de 1936, a los 48 años de edad.
Díaz Portales, personaje que nació en mayo 1901, falleció en mayo 1979, siendo nombrado santero oficial de dicha ermita en mayo 1943, curiosas coincidencias. En sus 78 años de vida, pasó cerca de 40, junto a su esposa, en la vivienda lindante con la Ermita. Persona responsable y de plena confianza de la cofradía de Nuestro Padre Jesús del Perdón.
Nuestra conversación surge en la sacristía, uno enfrente del otro. Portales en su puesto de regidor, tras la mesa sencilla y oscura que aún existe, en la que reposaba un cuaderno de registro, escribanía de tintero y palillero con pluma de farolillo. Tocamos temas de Frey don Pedro Álvarez Sotomayor, y todo aquel episodio conocido de la entrega del fajín del general francés a la Imagen (Viernes Santo, 31 marzo 1809) prenda que se conserva en la Ermita. Lo interesante para mí fue cuando me explicó el entierro del cura lucetense Sotomayor.
Palabras que su padre le llegó a contar y que fue apuntando en un cuadernillo escolar. Lo hojeaba y me fue leyendo: «Sotomayor falleció el 2 de enero de 1822, tenía 59 años, lo enterraron al día siguiente, se encontraba varios meses muy enfermo de tuberculosis, le solían dar ataques nerviosos con fiebres muy altas. Estuvo asistido por el médico de Manzanares don Miguel Dauxá Criado, acogido en la casa del entonces alcalde, don Donato de Quesada, en la calle Mayorazgo, 2 (hoy Casa de Cultura).
En una de las salas grandes de abajo la forraron de tela negra, hicieron una capilla y allí fue colocado el féretro, con Sotomayor amortajado de cura, donde rezaron los responsos y visitas del pueblo».
Continuando con su curiosa lectura, entrelazada con otros datos que fuimos desenredando, salió «el entierro fue muy sentido, acudieron diez capas (10 curas); iban tras el coche tirado por seis caballos, acudieron las autoridades del Priorato del Sacro Convento de Calatrava, capitulares del Cabildo y diácono Francisco Martín Calero, autoridades locales y todas las cofradías. El pueblo de luto con lazos y brazaletes negros, aunque el día anterior había amanecido blanco de nieve y mucho frío, las calles por donde pasaba, tenían colocados altares, cruces y velas.
Se hizo la propuesta de enterrarlo dentro de la Parroquia, no siendo aceptada, por ley de 1804 prohibiendo inhumaciones en el interior de iglesias. El sepelio se llevó a cabo el día 3 en el cementerio parroquial (hoy Virgen de Gracia o plaza del Gran Teatro). Se hizo un mausoleo en mármol, pagado por suscripción pública»
El cementerio de Nuestra Señora de Gracia, al ser clausurado, (con las defunciones de Juan Antonio Antequera y Vicente Iglesias). Fue inaugurado a la vez el Parroquial, el 25 julio de 1880 (con los enterramientos de Liboria Alonso Campos y Antonio López Camacho), siendo bendecido por el Obispo de Ávila, hijo del pueblo, don Pedro José Carrascosa Carrión, a cuya solemnidad asistió el pueblo, junto al alcalde, Gabriel Roncero Manrique (demolido y monda en febrero de 1994).
Es en la época del alcalde Antonio Rubio Fernández Caballero -1910- cuando decide desarrollar un nuevo trazado de anchurosa calle y, ampliar el pueblo hacia la parte norte, con modernas edificaciones, industrias con importantes bodegas (Paseo de la Estación y Vereda) y, para darle vistosidad a toda la calle Toledo, mandó hacer un retranqueo, planificar una plaza y construir un hermoso Gran Teatro en aquellos terrenos. Así lo hizo por haber transcurrido los años oportunos otorgados por ley (30 años).
Se realizaron unas ligeras exhumaciones, que solicitaron las propias familias, entre las que se encontraba frey Pedro Álvarez Sotomayor, donde reposaban sus restos mortales, desde su muerte en 1822. El párroco, don Dimas López G. Calero, la Hermandad y Cofrades de Nuestro Padre Jesús, acordaron, el día 6 de noviembre de 1911, trasladar los restos a la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora. Restos que se recogieron en un nuevo féretro, se le rindieron todos los honores y, en procesión, se llevaron en andas de varales, se celebraron funerales, se recordaron los acontecimientos heroicos y, una vez terminados, fueron llevados y depositados en una hornacina bajo el altar mayor de la Ermita de la Vera Cruz.
Cuando los recuerdos estaban calientes, se habló de aquel mausoleo sencillo del cementerio de la Virgen de Gracia (1822). Se propuso fuese aprovechado con algunas reformas e instalarlo en una capilla, que se hiciera en la Ermita, donde reposaran los restos. Al ser desmontado, se fue desmoronando, deteriorado por los años. Entonces, se decidió pedir un boceto y presupuesto a un tal Murat, para realizar un monumento, con idea de instalarlo en el lugar donde ocurrieron los hechos de 1809. Se hicieron colectas y, aquí se pierde la pista de aquello.
Volviendo a la conversación, Portales, me dijo que, en aquella aterradora noche de julio de 1936, los incendiarios, también saquearon la ermita y la tumba de Álvarez de Sotomayor, esparcieron sus restos que, al día siguiente, hubo que buscarlos, recogiéndolos de las cenizas y escombros. Tan solo unos cuantos pudieron encontrarse. Por las explicaciones dadas, se encontraron trozos de cráneo, parte del maxilar, pelvis, húmero y fémur partido. Aunque escasos restos, no dejan de ser reliquias, que se guardaron en casa de Carlos Serrano González (mayordomo), mientras se terminaba de restaurar la Ermita.
Es el 9 de mayo de 1943, cuando el obispo, don Emeterio Echevarría, en su visita pastoral, bendice el final de las obras, se nombra Hermano Mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Perdón a José María Espinar Alises y se volvieron a depositar, bajo el atrio del altar mayor de la ermita de la Vera Cruz, en una sencilla caja de madera, los restos de Sotomayor, que el mismo santero, Díaz Portales, colocó, envueltos en un paño de terciopelo morado igual a la túnica de Jesús del Perdón, encontrándose presentes Cristóbal L. de la Manzanara, César López, Pedro L. Peláez, Antonio Sánchez de Simón, Manuel Ramón Rodríguez, Tomás Corchado Soriano (arquitecto), el marmolista y otros feligreses.
He querido retomar este comentario histórico, (ya publicado en el libro de las Fiestas Patronales de 2008 con motivo del 200 aniversario del hecho histórico con los franceses), sobre el fallecimiento del tan recordado párroco, Frey don Pedro Álvarez de Sotomayor y, en recuerdo de Francisco Díaz-Portales Porras, santero de la Ermita de Nuestro Padre Jesús del Perdón, que fue tan querido por todos y que, gracias a sus curiosos apuntes, han quedado reflejados en este artículo.
Manuel Rodríguez Mazarro