Como ya le anticipé, querido amigo reportero, -comienza D. Cosme este relato- en un anterior escrito que versó acerca de los avatares acontecidos en las ermitas y cofradías de Manzanares, durante el siglo XVIII, algunos de ellos merecían de una consideración específica, por los eventos y cuitas que tuvieron lugar en ellas o a su respecto, en este siglo llamado ilustrado, que estamos tratando en los últimos y sucesivos relatos.
Ya hemos visto –sigue D. Cosme- los aspectos más relevantes, acaecidos en la Ermita de Nª Sª de la Paz y en sus cofradías y acabamos de hablar, en el anterior diserto, de la muy brillante reforma y engrandecimiento de la ermita de San Antón, al final del XVIII, así es que, nos queda hacerlo ahora, de lo acontecido durante esa centuria en la ermita de la Vera Cruz, comentando, en este relato que ahora comenzamos, algo de la propia ermita pero, sobre todo, de lo concerniente a su imagen más relevante y apreciada, el Cristo Arrodillado del Perdón y, también hablaremos, pero en un relato posterior, de los avatares sufridos por su Hermandad de fieles, debido a una serie de acontecimientos imprevistos y relevantes en torno a las Ordenanzas iniciáticas de la citada Hermandad, a mitad de aquella centuria, que habrían de cambiar y engrandecer de manera significativa su magnífica historia, iniciada el año de 1690.
He procurado –finaliza D. Cosme- elegir el título del encabezamiento, porque resume de manera sucinta y evocadora, lo que quiero que usted transmita a sus lectores.
Y, lo primero que quiero resaltarle es que la ermita de la Vera Cruz fue, en el Siglo XVIII, la más “acogedora” de toda la villa, tal como dejó comentado el cura Camacho y Zarrascón en las “Descripciones del Cardenal Lorenzana” y eso, “acoger” a una gran cantidad de imágenes de la Semana Santa manzagata, y sus cofradías, en aquel siglo XVIII y el ser también la sede de los, por entonces, dos Cristos más icónicos de la villa: el Cristo Crucificado, (original de la ermita, llamado por ello Cristo de la Vera Cruz) y el Cristo Arrodillado del Perdón (posterior en el tiempo, pero la imagen más popular de Manzanares en ese siglo XVIII) la llevó a quedar muy pequeña de tamaño a lo largo de toda esa centuria ilustrada, en la que esta ermita de la Vera Cruz, tenía su entrada y campanil dando a la Plazuela de San Antón, no existiendo, entonces, la fachada actual de la calle Ancha, simplemente porque la ermita no llegaba hasta allí, puesto que, en esa esquina de Ancha y San Antón, tenía su casa, y vivía en ella, un ilustre vecino de la villa, D. Pedro Álvarez.
Es cierto, eso sí, que en la anterior centuria del XVII -sigue D. Cosme-, la ermita de la Vera Cruz había crecido en fondo, por la cesión patrimonial que el Mayorazgo de los Quesada hizo de parte de su hacienda (lindante con la parte más profunda del pequeño Templo) pero, a pesar de este incremento espacial, en el Siglo XVIII, la ermita era, ciertamente, muy pequeña para dar cabida a los fieles de todas las imágenes que allí fueron acogidas en ese tiempo y, particularmente, a los ingentes devotos que, día a día, acumulaba el Cristo Arrodillado del Perdón, atraídos por la expresiva mística de su rostro y su mirada, tan humana como sobrenatural.
Esta realidad, era causa de perennes problemas de aforo en la ermita, con quejas subsecuentes del vecindario, que obligaron a establecer horarios de visita para evitar aglomeraciones, “anunciando” esta cuestión, la necesidad de ampliar la ermita, algo que terminó llevándose a cabo en el siglo XIX, reforma esta que, por tanto, será objeto de consideración en estos relatos, llegado ese momento.
En segundo lugar, el título de este relato habla de un “Cristo muy renombrado” y, sin falsa modestia, le diré –continua D. Cosme- que para definir lo que sucedió en esa centuria ilustrada con el citado Cristo, no hay término mejor elegido que ese, pues ciertamente, ese Cristo al que me refiero, que ya habrá deducido usted, querido cronista, se trata del actual Patrono de este pueblo, Nuestro Padre Jesús del Perdón, no solo fue muy renombrado por la devoción popular que generó progresivamente en la villa de Manzanares, desde que “nació” en el lejano 1608 y su imagen fue encumbrada en esta ermita de la Vera Cruz, sino que, literalmente, fue “renombrado” de diferente modo, a lo largo del Siglo XVIII, hasta ser reconocido, al final de esa centuria ilustrada y ya hasta nuestros días, con el nombre definitivo de “Nuestro Padre Jesús del Perdón”.
El porqué de ese cambio continuo de nombres, quizá fue motivado por la costumbre de aquella época, entre fieles y cofrades, de añadir apelativos o “apellidos” sugerentes a las imágenes y esculturas que representaban su fe o sus devociones que, a la postre y con frecuencia, terminaban “haciendo cuerpo” en el vocabulario común del pueblo y del clero, al referirse a una de esas imágenes icónicas. Este, seguramente, fue el caso de la imagen de nuestro actual Patrono que, si bien ya en el primer siglo de su andadura histórica, había conseguido una devoción creciente, nunca antes vista en la villa, en el siglo de las luces, logró que ese fervor popular “luciese” y se incrementara hasta límites insospechados, motivando a su creciente fielato a buscar nuevos adjetivos que dieran todavía más valor añadido a ese Cristo objeto de su devoción y su pasión.
Queda pues, entrar ya a considerar la larga lista terminológica de apelativos con que fue renombrada y reconocida, en sus primeros dos siglos de existencia, la escultura del hoy Patrono de Manzanares, “Nuestro Padre Jesús del Perdón”. Al respecto, conforme a referencias escritas y, por tanto históricas, –sigue D. Cosme- en 1855, el presbítero y paisano, Diego Peñalosa, escribió, en base a documentos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Perdón, lo siguiente: que… “Catalina Martínez, mujer que fue de Pedro Núñez Mayorga, costeó la efigie del “Santísimo Cristo de la Cruz a Cuestas con la advocación del Perdón” en el año 1608 y, en el 16 de abril de 1609, salió por primera vez en procesión pública, con grande admiración y alegría de todos los manzanareños”.
Unos años después –continua D. Cosme-, en 1674, (firmado por un tal Marcus Orozco) está datado el primer grabado que la historia nos ha legado de la imagen icónica de nuestro Patrono y, en el “pie” del dibujo, se puede leer: “Sto. Xpto. del Perdón”, que está en la villa de Manzanares, Campo de Calatrava”.
En 1681, 1682 y 1690, con motivo de diferentes presentes y donaciones, por parte de damas manzanareñas, sabemos que la imagen era denominada: “Santísimo Christo Arrodillado”, desapareciendo el apelativo “del Perdón” en esas tres citas sucesivas. En el mismo año de la última de esas tres citas, concretamente a fecha de 17 de mayo de 1690, un grupo de vecinos de la villa de Manzanares, comparecieron ante el escribano Melchor de León, para obtener poder que les facultase solicitar: “real aprobación de las ordenanzas de una cofradía, llevados de la devoción que tienen en la milagrosa imagen de “Jesús Nazareno con la Cruz a Cuestas”, que está en su capilla, en la ermita de la Santa Vera Cruz”.
Ya en el siglo XVIII, -comenta D. Cosme- a fecha 6 de marzo de 1742, un sacerdote de Manzanares, elaboró un informe para confirmar las ordenanzas primigenias y, allí, se habla también de “Jesús Nazareno con la Cruz a Cuestas”. Sin embargo, en las citadas Ordenanzas renovadas, los textos citan al Cristo, como “Jesús Nazareno” exclusivamente, sin el añadido “con la Cruz a Cuestas” y, para complicar el número de apelativos que recibió el Cristo con motivo de esa confirmación de ordenanzas de 1742, -añade D. Cosme- le diré que, unos días antes, en concreto el 24 de Febrero de 1742, varios cofrades otorgaron poder al notario apostólico y público de Manzanares, Don Sebastián Benito de Reoyo, para que solicitase del Arzobispo de Toledo: …la confirmación de las Ordenanzas de la Cofradía de “Jesús Nazareno Arrodillado” y, solo cuatro días después, el 28 de febrero de 1742, los procuradores encargados del tema por la Cofradía, se refieren, indistintamente, a “Jesús Nazareno Arrodillado” o al “Smo. Xpto. Nazareno”.
Tantas nominaciones, en fechas del mismo año, nos dicen, posiblemente -continua D. Cosme- que, en Manzanares, durante aquel siglo XVIII, las gentes, y el propio clero, gustaban de otorgar a la imagen los apelativos que, a juicio de cada cual, se ajustaban mejor a lo que cada grupo o persona entendía como más definidor de su Cristo venerado, más allá de la denominación oficial que tuviera, que, como también acabamos de ver, no siempre fue la misma a lo largo de ese tiempo. Unos años después, en 1769, reaparece el título del Perdón, unido a nuestro Cristo, con motivo del testamento de D. Francisco de Quesada y Treviño, en donde se habla de: “la capilla de “Jesús Arrodillado con el título del Perdón”. Dos años más tarde, en 1771, al dirigirse la cofradía a la autoridad gubernativa de Manzanares, se habla, igualmente, de “Jesús Arrodillado con el título del Perdón”, pero en la resolución final del gobernador, a 16 de abril de 1771, se le cita, solamente, como “Jesús Arrodillado” y, en ese mismo año, con fecha 10 de septiembre de 1771, el escribano Ibáñez, textualiza: …”la milagrosa imagen de el “Smo. Xpto. Arrodillado con el título del Perdón”.
Es, finalmente, -comenta D. Cosme- en el último tiempo del Siglo de las luces, cuando la imagen recibe, por primera vez, la denominación que se ha mantenido estable durante el Siglo XIX, hasta nuestros días de 1912: “Nuestro Padre Jesús del Perdón”.
En Lucena, -prosigue D. Cosme-, “patria chica” de Frey Pedro Álvarez de Sotomayor, que llegó como párroco a Manzanares, el 22 de Enero de aquel 1799, existía un Cristo muy similar al nuestro, al que Sotomayor tenía un fervor especial y, fue seguramente este inteligente y determinado nuevo párroco de nuestra villa quien, en una de sus primeras actuaciones en Manzanares, tomó la decisión de “rebautizar” a nuestro Cristo, con el nombre de: “Nuestro Padre Jesús del Perdón”, denominación que, como hemos dicho, se mantiene invariable hasta nuestros días y, seguramente, no volverá a cambiar, ya que, bajo ese apelativo se forja la leyenda más conocida de la imagen y, también bajo ese nombre, fue nombrado Patrono de Manzanares de la Mancha.
Pedro Villarroel González-Elipe