Hemos visto, querido cronista, cómo los primeros tiempos de Frey Sotomayor en Manzanares, comienza D. Cosme el relato, estuvieron trufados de múltiples problemas de diversa naturaleza, que nuestro insigne Párroco se encontró, todos juntos, cuando se incorporó como primer pastor a la Parroquia de la villa. Todas esas cuitas, algunas de mucha enjundia y bastante urgentes de resolver, necesitaban la participación de otras autoridades locales y de la Orden de Calatrava, que muchas veces mostraban escasa o nula predisposición a intervenir, lo que al final motivó, en la personalidad determinada de Frey Sotomayor, poco dada a que las cosas permaneciesen quietas, un creciente estado de desasosiego y ansiedad, que repercutió en su salud y requirió atenciones médicas.
Esta situación, prosigue D. Cosme, añadida a la posibilidad que le surgió a D. Pedro de poder retornar a su añorado Martos, estuvo a punto de abortar la grandiosa etapa por llegar, que enlazaría para siempre a Frey Sotomayor con algunas de las páginas más relevantes que habría de tener en toda su historia nuestro pueblo de Manzanares.
Con tantas preocupaciones y desasosiegos, que parecían llegarle por todos lados y sin ningún descanso, Don Pedro Álvarez de Sotomayor y Rubio, recién nombrado Párroco de Manzanares, que hasta entonces no había sufrido ningún trastorno de salud, comenzó a notar una serie de síntomas, de progresiva intensidad, casi todos ellos referidos a su aparato digestivo, que le preocuparon lo bastante como para solicitar consulta médica. Todas las visitas del galeno que le atendió, quedaron concretadas en una serie de curiosos informes escritos sobre sus dolencias, que no me resisto a mostrarle, para que los incluya en el relato, pues, aparte de contarnos lo que le sucedía a Sotomayor, servirá para divertimento de sus lectores, por el curioso léxico médico empleado que, eso sí, siempre hay que tener presente, debe ser considerado a las características del lenguaje de final del siglo ilustrado, y a la luz que proporcionaba entonces el arte de la medicina Y, sin más preámbulos, mi querido reportero, vamos a ello.
El entonces médico titular de la villa de Manzanares, bachiller D. Francisco Cerrojo, quien fue encargado de la salud de D. Pedro Álvarez de Sotomayor, certificó, entre otras cosas, lo siguiente: ”He asistido a frey D. Pedro Álvarez de Sotomayor “, desde su ingreso en la villa, a pesar de su constitución robusta, por cuya causa, dice, ha disfrutado siempre una salud completa lo que se demuestra en la constitución física de su máquina, que da a entender haber estado libre de todo retoque o afección”. Y, sigue comentando: “a su ingreso en ésta empezó a padecer cierta afección hipocondríaca, que intenté reparar por algunos medios de los que prescribe el Arte, sin haber tenido el efecto que deseaba, pues se deja ver que tiene dicha afección el origen del distinto clima y temperamento de esta provincia a los de Andalucía; esta agua y alimentos de distinta naturaleza de los de Andalucía no dicen bien con la física constitución del sujeto y así he notado varias vicisitudes que invierten el orden natural, los síntomas han manifestado estar obstruida la cavida natural, por cuya causa ciertos efluvios ascendentes perturban la cavidad animal, de donde nace verse acometido de afectos vertiginosos, que dejan en inacción la naturaleza, descendiendo con algún elipse al corazón”. Después, el médico establece su pronóstico y tratamiento: “Cuyos síntomas pueden producir una catástrofe dolorosa en el paciente, por haberse manifestado incorregible su causa, pues naciendo ésta como llevo expresado, de su clima y temperamento, contrario a la constitución del paciente, hace inútiles todos los recursos del Arte.
En esas circunstancias, ocurre un hecho inesperado que pudo cambiar la historia de Sotomayor y de Manzanares. Don Laureano Bullido, el cura párroco de Martos, que le había sustituido allí cuando D. Pedro fue destinado a nuestro pueblo, enfermó también en las mismas fechas que Sotomayor, porque el clima martense no le convenía, según certificó el médico que le atendió. Entonces, Bullido, solicitó cambio de destino, concertándolo previamente con el cura párroco de la villa de Saceruela, a la sazón, D. Miguel Del Rio, a quien le convino el trueque de las respectivas parroquias, ya que éste, no vivía en Saceruela y le venía mejor Martos y, según argumentaba el médico de Bullido, Saceruela tenía un clima más adecuado que el de Martos para la enfermedad de su paciente.
En principio, los encargados por la Orden Calatrava de informar el tema de este trueque parroquial, parece que lo aprobaban pero, antes de que eso se produjese, conocedores los martenses de lo que estaba en marcha y pensando que eso podía ser un argumento para que regresase al pueblo su adorado Sotomayor, decidieron por su cuenta intervenir en el asunto, con un escrito conjunto de clero y feligreses, que ya conocimos en anterior crónica, fechado el 26 de Julio de 1799, donde pedían la vuelta a Martos de su anterior y venerado párroco Sotomayor.
Conocedor del mismo, prosigue D. Cosme, y ante las dificultades que encontraba en Manzanares y los problemas de salud que le habían aparecido, Sotomayor, que todavía no había tenido posibilidad de conocer lo bueno de nuestra villa y sus gentes, fue sensible a la demanda de sus antiguos feligreses y, él mismo, se propuso para volver como párroco a Martos. Y lo hizo mediante el procurador madrileño D. Jose María Sanz, que compareció en su nombre ante el Consejo de las Ordenes, pidiendo se le reconcediera la Parroquia de Martos…” “…respecto no haberle probado bien en la salud el clima del referido pueblo de Manzanares y a cuyo fin hace renuncia formal de este curato”.
Sanz, continua D. Cosme sus comentarios, aportó esa petición el 26 de julio de 1799, (solo 6 días después de la solicitud de los martenses) y añadió también una carta manuscrita personal que, por su interés, le aportó para incluir en la crónica; decía: “…con el mayor respeto hace presente que por el clero y feligreses de la Parroquia de Santa Marta se le ha hecho presente que con el motivo de la permuta que tiene tratada don Laureano Bullido con el cura de Saceruela, se les ha renovado el grave sentimiento que les causó mi ausencia de aquel curato que serví cerca de nueve años, hasta el 22 de enero del presente, en que sirvió V.A. proveerme en el de Manzanares, han acudido a la piedad del Consejo, a fin de que se mande restituirme a aquel curato. Deseoso yo de complacerles por un efecto de gratitud y reconocimiento y viéndome en la precisión de separarme de este pueblo por la fuerza que ha producido mi salud desde su ingreso en él, he resuelto, como de hecho lo hago, manifestar a V.E. deseo restituirme a mi antiguo destino del curato de Santa Marta, para cuyo efecto renuncio desde ahora en manos del Consejo, en toda forma, y me ratifico en dicha renuncia para los efectos propuestos, cuanto he de la villa de Manzanares, que actualmente sirvo, sacrificando a el bienestar de mis feligreses y reparación de mi perdida salud las ventajas que me proporcione este destino y el que podría caberme en la oposición…” y terminaba con esta súplica: “…admitiendo la renuncia que en debida forma hago, se sirva proveer en mí el curato de Santa Marta”.
A ese momento, continua D. Cosme, la suerte parecía echada; Sotomayor abandonaría Manzanares casi antes de empezar a ejercer su Ministerio entre nosotros, por una serie de causas sobrevenidas y sucesivas, que propiciaban esa posibilidad; y es de reconocer, querido reportero, que eso sucedía con su clara anuencia, pues a más de ser una persona cumplidora de sus responsabilidades y extraordinariamente respetuoso y obediente con los mandatos de sus superiores en la Orden, también era un ser humano, que estaba pasando las de Caín en esos primeros tiempos de su estancia en nuestra villa y que, a la vez, era tentado y reclamado por un destino y unas gentes que le adoraban, sitio y gentes, entre las que, a su vez, él se sintió siempre muy a gusto y donde tenía una rutina de trabajo ya bien establecida, muy sencilla y reconfortante para su espíritu y su salud, todo lo contrario de lo que le estaba sucediendo en Manzanares.
Pero, por fortuna para nuestra villa y la de sus gentes, sigue D. Cosme, esta operación, casi finiquitada con éxito para las pretensiones de los demandantes, se truncó, casi con seguridad, por el anhelo desmedido de los martenses en lograrlo; y es que, coetáneo a estas acciones, sigue D. Cosme, el promotor fiscal de Martos, intentó evitar el hecho que parecía casi consumado de la permuta entre Bullido y el Párroco de Saceruela, por si eso impedía la reincorporación de Sotomayor a su villa, escribió al Consejo de las Ordenes, al que confirmó que el cura titular de Martos, Bullido, estaba enfermo, pero no de tanta enjundia como para no poder llevar la Parroquia, pues, además, contaba con tenientes suficientes para suplirle en bastantes funciones, en tanto se reincorporaba Sotomayor.
Parecía un buen final en la estrategia de los martenses, para asegurar su verdadero objetivo, pero después de tanto informe justificando el trueque, este último debió parecer muy raro al Consejo de Ordenes, que reconsideró todo, y terminó por dictaminar lo siguiente, a fecha de 14 de agosto de 1799:
“…que no resultan acreditadas la utilidad y necesidad que debían concurrir para poderse acceder a la permuta y por lo respectivo a la pretensión del dicho pueblo y feligresía para que Frey Don Pedro Álvarez de Sotomayor, cura de Manzanares, vuelva al curato de Santa Marta, acreditando la certeza de los extremos y causales que deben concurrir, declara no haber lugar a las pretensiones del clero y feligresía de Santa Marta y de Frey Pedro Álvarez de Sotomayor, cura de Manzanares…”
De este modo, puede usted, querido plumilla, concluir su crónica, que ha servido para acreditar que el más importante Párroco de la última historia de nuestra magnífica villa de Manzanares, casi nos abandona antes de conocer bien nuestros espíritus, sin haber pasado dos meses desde su toma de posesión oficial de nuestra Parroquia. Manzanares podía respirar con cierto alivio, Sotomayor quedaba en nuestro pueblo, pero no hubo tregua en esa tranquilidad para nuestros espíritus, en solo unos días, nuevas amenazas, de otro tipo, que comprometían la permanencia de D, Pedro Álvarez de Sotomayor en Manzanares, aparecieron en el horizonte. Más eso será objeto de otra crónica, pues ésta ya fue de bastante para sus pretensiones.