Este recorrido por la historia de la Hermandad y más concretamente de la Ermita de la Vera Cruz, tiene su comienzo en una noche de Julio de 1936 en que, a causa de la contienda, recién iniciada en nuestro país, un grupo de personas incontroladas y presas del odio y fanatismo que engendra toda guerra, arremetieron contra el patrimonio eclesial en nuestro pueblo y prendieron fuego a un inmenso tesoro artístico que se encontraba guardado para el uso, disfrute y contemplación de todos los manzanareños, en los templos de la localidad, entre ellos nuestra Ermita.
No quedó nada, todo se perdió, incluyendo la imagen de nuestro Patrono y la vida de su santero, Francisco Olivares Galiana, propuesto desde hace tiempo para su beatificación como mártir en defensa de la fe católica.
Pasó el tiempo y terminó la guerra (in) civil. Era el año 1940 y todo eran problemas, empezando por el hambre y la miseria, las familias deshechas, las represalias, el miedo… La posguerra, los años del hambre, porque en esos tres años no se había sembrado ni se había cosechado y los almacenes estaban vacíos. Cartillas de racionamiento, estraperlo, Auxilio Social, pobreza, enfermedades, epidemias.
Para un pueblo, lo principal es su identidad y, Jesús del Perdón es para Manzanares su carnet de identidad. El Párroco, don Dimas López González-Calero, en una de sus homilías en los Paseos del Río (junto al árbol gordo), donde estaba instalado el retablo antiguo, que se salvó de la quema, propuso que se empezaran las gestiones para tener pronto una nueva imagen, lo más parecida posible a la quemada, de Nuestro Padre Jesús del Perdón.
Después de consultas y reuniones por parte de la Hermandad con los vecinos de Manzanares, don Manuel González de Jonte, se puso en contacto con el arquitecto Pedro Muguruza Otaño, que a su vez contactó con el escultor Quintín de Torre Berástegui, que pidió a la Junta de Gobierno unas fotografías de la imagen destruida y les facilitó un presupuesto inicial de VEINTICINCO A TREINTA MIL PESETAS en tres plazos que, tras arduas negociaciones, quedó en CATORCE MIL PESETAS, recogiendo la imagen en Bilbao.
La Hermandad solicitó la ayuda de todos los manzanareños y, tras recorrer el pueblo pidiendo, organizar funciones de teatro, rifas, otros espectáculos, etc., se consiguieron las CINCO MIL PESETAS para el primer plazo y, a partir de ahí se siguió trabajando para conseguir el dinero del segundo, recaudando algo más.
Pasó un año y no había noticias, solo excusas e inconvenientes para cumplir los plazos por parte del escultor. Tras insistir, se supo que aún no había empezado la obra por inconvenientes con la madera. Prometió tener la imagen terminada para 1942.
Continuaba el compás de espera. Mientras, seguían trabajando y pidiendo a todo el mundo, para conseguir las últimas CINCO MIL PESETAS y las obras de la Ermita avanzaban. En abril de 1942 se recibió la comunicación de que la imagen estaba terminada a falta de policromar, pidiendo color exacto de la túnica. Al fin, el 20 de agosto de 1942, Quintín de Torre, pide que se desplacen a Bilbao representantes de la Hermandad, para ver la forma de liquidación de la cuenta y envío de la escultura. El día 23, León Maeso, Manuel Ramón Rodríguez, Pedro López Peláez, Cristóbal López de la Manzanara, Felipe Ballesteros y Antonio Fernández de Simón, se desplazaron a Bilbao. Renfe les gestionó un vagón de mercancías hasta Manzanares.
El taller del imaginero estaba en el barrio de Iralabarri, a las afueras de la capital vasca. Cuando vieron la imagen quedaron impresionados por su corpulencia y magnitudes, aunque en principio le recriminaron que había exagerado la dureza del gesto, lo cierto es que no estaban muy convencidos y así se puede comprobar por sus gestos en la foto que perpetúa aquel momento.
La expedición con la nueva imagen de nuestro Patrono, llegó a las cuatro de una tormentosa tarde, el 29 de agosto de 1942. A las nueve, tras la bendición por parte de don Dimas, se inició la multitudinaria procesión, por las calles de un pueblo alborozado por tener de nuevo la bendita imagen de Nuestro Padre Jesús del Perdón. Cuentan las crónicas que, a las doce de la noche, llegó la imagen al Altar instalado en la Plaza, y a altas horas de la madrugada quedó depositada en la Ermita de San Antón, pero al día siguiente hubieron de sacarla nuevamente en procesión porque fueron muchísimos los manzanareños que se habían quedado sin poder verla.
El 14 de Septiembre de 1946, a las doce y media de la mañana, fue bendecida la reconstrucción de la Ermita de la Vera Cruz, por el Obispo de nuestra Diócesis, Don Emeterio Echevarría Barrena y, esa noche, tras la procesión, quedó depositada, definitivamente, la imagen de nuestro Patrono en su “casa” que, por fin, con la ayuda de los manzanareños, había sido terminada.
La antigua imagen de Nuestro Padre Jesús del Perdón, fue costeada por Catalina Martínez en 1608, saliendo por primera vez en procesión el 16 de Abril de 1609 “con grande admiración y alegría de todos los manzanareños”. Era un estilo de la escuela sevillana de Martínez Montañés.
Poco o nada se ha dicho de este importante escultor, del cual los manzanareños solo conocemos que fue el autor de la más venerada y querida imagen de Manzanares, la de Nuestro Padre Jesús del Perdón, cuando en realidad se trata de un importante y reconocido escultor vasco de finales del siglo XIX y principios del XX.
Don Quintín de Torre Berástegui nació en Bilbao en 1877 y falleció el 15 de Octubre de 1966. Era hijo de Tirso Torre y Basozabal, pintor, amigo de Fortuny y de Madrazo.
Quintín experimentó precozmente su inclinación por el dibujo, estudiando en la Escuela de Artes y Oficios Atxuri, y se aficionó a la escultura en el modesto taller imaginero de Serafín Basterra. Pensionado por la Diputación de Vizcaya y el Ayuntamiento de Bilbao, estudió en Barcelona y más tarde en París, frecuentando el taller de Francisco Durrio y reforzando su amistad con el pintor Aurelio Arteta. También fue amigo de Picasso.
Viajó incansablemente por Francia, Alemania, Italia, Austria, Bélgica, Inglaterra y Suiza, recibió las influencias de Meunier, Rodín, Bourdelle, Mestrovic, que transformaban el academicismo reinante en una aproximación a las inquietudes sociales de la época, a la que unió la de los imagineros vallisoletanos con los que tomó contacto al visitar la ciudad castellana. Es de ese momento de donde arrancan sus bustos policromados, sus cabezas de santos y vírgenes, etc., resucitando el arte imaginero clásico español del siglo de Oro, con ese “Realismo, expresividad y modelado vigoroso”, según Bernardino de Pantorba.
Su producción artística en general, está atravesada por los rasgos del carácter vasco, que imprimen a sus obras un espíritu seco, fuerte, vigoroso, dotado de una obstinada y fuerte voluntad.
Quintín de Torre llevó una vida de trabajo infatigable, realizó retratos de encargo, temas costumbristas y populares, panteones, pasos de Semana Santa, etc.
A los 18 años expuso su obra el “Héroe de los Mares”. En 1899, presentó en la exposición de Bellas Artes de Madrid, la escultura “¡Hor Datoz!”. En París dio a conocer su admirable grupo titulado “¿Por Qué?”, el cual, constituyó la revelación verdaderamente genial de un temperamento de primer orden, siendo premiada en el Salón de París de 1903.
Algunas de sus obras: “El timonel”; “Cargador de Bilbao”; “Dolorosa” y “Cabeza de San Juan”; “Monumento al poeta Ramón Basterra” (inaugurado en 1935); “Niña Pasiega”; “La Lanzada” y “La oración del huerto”, “Las tres cruces” y “El descendimiento”, realizada en 1942, en plena madurez; “Jesús en su tercera caída”, de 1947, para la Cofradía del mismo nombre, de Zamora, inspirada en una escena del mismo tema, pintada en una tabla que alberga el retablo del Santo Cristo de la S.I. Catedral, de dicha ciudad.
Hay obras suyas en el Museo de Bellas Artes de Bilbao y otros sitios, como el monumento a Aureliano Valle, cerca del parque de la Villa; el busto que le hizo a este músico y que guarda la Sociedad Coral; el Sagrado Corazón de Jesús, que se puede ver en el Ayuntamiento. Otro lugar donde hay una obra de gran valor, es en el cementerio de Bilbao, en Derio, con panteones como los de las familias Maiz y Ulacio, que son extraordinarios. También en el Palacio-Museo de Espinosa de los Monteros (Burgos), dedicado a él, entre otros.
Quintín formó parte de una generación de grandes artistas vascos como Basterra, Larrea, Moisés Huerta, Iturrio y Nemesio Mogrobejo, siendo el escultor más sobresaliente que tuvo Bilbao en los primeros cuarenta años del siglo pasado.
En 1911, en su estudio de Bilbao, se creó la “Asociación Artistas Vascos”, de la que fue presidente en varias ocasiones, y en la que estaban Aureliano Arteta, los Arrúe, Ortiz de Urbina, los Zubiaurre, Maeztu, Echevarria, Guezala, Guinca, Regoyos, Martiarena, Uganga, Rochelt (pintores), Durrio, Dueñas y él (escultores), Guridi e Imasi (músicos), Sobrevila, Amasagasti, Guimón, Escondrillas y Zuazo (arquitectos), y Basterra, Roda y Meave (escritores).
Como introductor de las exposiciones, contaba con Don Miguel de Unamuno.
El escultor Luis Ortega Bru (San Roque 16-9-16 / Sevilla) 21-11-82) y su obra en Manzanares
Nació el 16 de Septiembre de 1916 en la localidad gaditana de San Roque. Desde muy pequeño modeló el barro en el tejar familiar. En el año 1931 estudia escultura en la escuela de Artes y Oficios de La Línea de la Concepción y en 1934 recibió clases de dibujo en su pueblo natal de D. José Domingo de Mena.
Nuestra ciudad y muy especialmente la Hermandad del Cristo de la Columna y la de Nuestro Padre Jesús del Perdón y María Santísima de la Esperanza, tienen una impresionante muestra de obras del genio de San Roque.
La importancia de la obra de Ortega Bru y el privilegio de la colección que tenemos en Manzanares, está a la altura de Cádiz, Sevilla o Málaga.
En 1.955 realizó la talla de Nuestra Señora de la Esperanza, sufragada por los agentes comerciales de Manzanares; llegó a nuestra ciudad el 5 de abril, siendo bendecida por el Padre Manuel de Hontoria, al día siguiente, Miércoles Santo.
El 28 de Marzo de 1957 llegó a Manzanares el Cristo de la Vera Cruz, muy similar al Cristo de la Salud de Montesión, de Sevilla. Su costo, 25.000 pesetas. Fue bendecido el 2 de Abril, por el Rvdo. Padre Manuel de Hontoria.
En 1961, el escultor gaditano, donó la talla de San Juan evangelista que se venera en la Ermita de la Vera Cruz. Salió por primera vez en procesión la Semana Santa del citado año.
Entre 1962 y 1968 realiza el Retablo Mayor de la ermita de la Vera Cruz, con las tallas de la Coronación de Espinas, en la que podemos contemplar a Cristo sentado en una silla de madera, al estilo andaluz, la Exaltación de la Cruz y la Anunciación de la Virgen, que también está reproducida en una tabla o puerta que debería estar en la Secretaría de Estado del Vaticano. El paño del retablo es igual que el manto de la Virgen de la Presentación de Sevilla.
Según contrato que aparece en el Libro de Luis Ortega Bru –biografía y obra-, su importe total sin dorar fue de 170.000 pesetas (con entregas mensuales de 15.000 pesetas).
Más importe 40.000 pts.
Colocación retablo 20.000 pts.
Policromía retablo 55.000 pts.
Importe hornacina 26.000 pts.
SUMA 141.000 pts.
COSTE DEL RETABLO
Sin dorar 170.000 pts.
Gastos varios 141.000 pts.
TOTAL 311.000 pts.
Cuando se hizo el encargo a Luís Ortega Bru, se comprometió a entregarlo en la Semana Santa siguiente.
PAGOS:
Año 1963 115.015 pesetas
Año 1964 20.015 pesetas
Año 1967 1.788’40 pesetas
En 1965 fue colocado el retablo y bendecido el 14 de Septiembre de 1966.
Talló la canastilla del trono de Nuestro Padre Jesús del Perdón, similar con sus particularidades a la del paso de Santa Marta de Sevilla, y el de la Sentencia de Cristo, de la Hermandad de la Macarena, incluyendo los ángeles junto a los faroles de la carroza. En 1971 realizó el paso de la Flagelación, para la Hermandad del Cristo de la Columna, conjunto escultórico para el que realizó su primer boceto a petición de una hermandad sevillana que, al final lo encargó a otro escultor, surgiendo entonces Don Cristóbal del Río que se lo trajo para nuestra ciudad. En 1976 hizo la talla de María Consoladora de Afligidos que, según los entendidos, recoge la ternura y vigor que llenó toda la vida artística de Ortega Bru.
En el mes de Septiembre de 1999 se acordó la remodelación del Besapiés del retablo mayor de la Ermita de la Vera Cruz, haciéndose el encargo a Don Manuel-Ángel y Don Jesús Ortega Alonso (sobrinos de Don Luís Ortega Bru). En madera de tilo, constando de seis bajorrelieves con escenas bíblicas y enmarcados con motivos florales guardando el mismo estilo y tono que el retablo existente. El precio total ascendió a 5.200.000 pesetas. Se hizo una entrega de 1.500.000 pesetas a la firma del contrato y, el resto en plazos mensuales de 200.000 ptas. a partir del mes de Diciembre de 1999.
En 1936, durante la Guerra Civil, Luis Ortega Bru, estuvo en varios frentes. El 5 de Agosto de ese año, su madre es fusilada por un “presunto” delito de rebelión familiar. En 1939 su padre es fusilado por este mismo motivo y se pierde la hacienda familiar. El escultor también fue encarcelado por ayudar al bando republicano.
En 1943 consigue el primer premio en el certamen de escultura de Cádiz por su obra “Los Titanes” y en 1944 llega por primera vez a Sevilla. Al año siguiente, cursa estudios en la escuela de Artes Aplicadas de dicha ciudad, siendo su maestro Juan Luis Vasallo. Tuvo que dejar los estudios y entró a trabajar en la fábrica de cerámica de Pedro Navia y Campos y también formó parte, como escultor, del taller de Juan Pérez Calvo, con otros artistas y con el tallista Rafael Fernández del Toro, junto al cual realizó el trono de Nuestro Padre Jesús del Perdón, de nuestra Hermandad.
En 1949, expone por primera vez en Sevilla, en la sala Hernal. En 1950 realizó su primer Cristo, el de la Misericordia, para la hermandad del Baratillo de Sevilla. En 1952 contrae matrimonio con la egabrense Carmen León Ortega en la capilla de dicha hermandad.
En 1953 nace su primer hijo, Ángel Luis, realizando la que para muchos es su obra cumbre: El misterio del Traslado al Sepulcro, para la cofradía sevillana de Santa Marta, por la que recibe la Encomienda de Alfonso X El Sabio. En 1954 nace su segundo hijo, José Onésimo, y expone en la galería Cubiles de Sevilla.
En 1955 se marcha a Madrid, por varias causas: La incomprensible sustitución de la imagen de la Virgen de la cofradía de Santa Marta, la polémica que suscitó entre el resto de escultores la concesión de la Encomienda y la proposición que recibió para trabajar como maestro de escultura en los talleres de Arte Granda. Ese año realiza la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, de Manzanares.
Ortega Bru, también hizo una réplica de Jesús del Perdón en el año 1955, cuya imagen se encuentra en posesión de una familia de Manzanares, a la cual la cedió el propio imaginero.
En la capital, también trabajó haciendo decorados de películas y para el Museo de Cera, así como para el museo de cera de Barcelona. Entre 1957 y 1958 realiza la imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, que estuvo expuesto en 1958 en la exposición de este escultor que se llevó a cabo en la Biblioteca Nacional, gracias a las gestiones de la Hermandad de Jesús del Perdón, junto a otras obras como el misterio del Descendimiento de Jerez de la Frontera. En agradecimiento por estas gestiones, el escultor se ofreció a donar una imagen de San Juan Evangelista para nuestra hermandad, que fue bendecida en 1960.
En 1962 se contrata el retablo mayor de la Ermita de la Vera Cruz, siendo bendecido el 5 de Enero de 1968. En 1964 se expone en la sala Álvarez y Carbajo de Madrid y en 1965 recibe una mención en el Certamen Internacional de Escultura de Bruselas y la primera medalla de la Exposición de Otoño de Madrid con su obra “La Piedad”. En 1966 vuelve a exponer en Sevilla en la sala Florencia. En 1969 en la sala cultural de la Caja de Ahorros de Jerez y en la sala Zeros de Madrid.
En 1971, el ayuntamiento de San Roque acuerda ponerle el nombre del escultor a una calle. También en ese año, realiza la imagen del Cristo en la Columna y los dos sayones que lo azotan, y en 1976 termina la imagen de María Consoladora de Afligidos por encargo de la Hermandad del Cristo en la Columna de Manzanares. En 1978 vuelve a Sevilla, siendo acogido en el taller de Guzmán Bejarano y, más tarde, abre uno propio en la calle Castellar, 52. El 21 de Noviembre de 1982 fallece en su casa de la Plaza del Pumarejo. En 1983 una plaza de Sevilla recibe el nombre del escultor.
Ortega Bru es considerado por muchos como el mejor imaginero del siglo XX. Sus obras son fuertes, expresivas, puede que debido a lo que sufrió durante su vida. En su taller siempre trabajó junto a su hermano Augusto. Guardó una estrecha relación con Manzanares. Además de las obras anteriormente citadas, también posee la hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón y María Santísima de la Esperanza, cuatro ángeles del antiguo trono de la Virgen de la Esperanza que, por desgracia, no conserva la hermandad, dos relieves de la cripta-museo, que fueron regalados por el escultor, así como la mesa de altar de la Ermita de la Vera Cruz.
En 1969 la Hermandad del Cristo en la Columna, aprovechando la estancia del imaginero Luis Ortega Bru, en la instalación del retablo en la Ermita de la Vera Cruz donde se venera a Nuestro Padre Jesús del Perdón, le pidieron presupuesto de tres esculturas y diseño que se pudiera realizar.
El boceto, realizado en terracota, con el Cristo y dos sayones fue del agrado de la Hermandad y sólo quedaba ultimar los detalles, precio y fecha de entrega con el imaginero. Las esculturas serían talladas en madera. Una vez hubo acuerdo, se comprometió a tenerlas terminadas para la Semana Santa de 1970. El presupuesto fue de 120.000 pesetas, pagaderas en distintos plazos.
Como la obra se retrasaba, la Hermandad decidió invitar a Ortega Bru para que se hospedase en Manzanares y le ofrecieron un salón del colegio de Don Cristóbal para su trabajo. Como el maestro aceptó, el Cristo en la Columna y los sayones se terminaron de tallar en Manzanares y, según Manuel Rodríguez: “Le hice varias visitas en el “taller” del colegio, pues ya le conocía. Me agradaba ver como manejaba la gubia, el formón, el mazo, la lima y otras cuchillas que sacaban las virutas de los escondrijos de la madera. Aquellos trozos de árbol se iban transformando en figura.
Bru frotaba sus manos por la cara y pelo del Cristo; le vi clavarse fragmentos y espinas y sangrar manchando la madera. El Cristo, esa mirada fija y penetrante, esos rizos del pelo, labios gruesos, relieves musculares, es cuando le hice estas fotos que se publican de las imágenes en su propia madera, estaban aún sin decorar, recuerdo que me dijo: “… en este Cristo he puesto mi propia sangre, creo que no podré realizar otro igual, con las mismas características. He logrado darle vida en su expresión”.
Por fin, el 28 de marzo de 1971 se podía admirar la obra terminada en la Ermita de la Vera Cruz -donde se podía ver en todo su esplendor esta hermosa obra con sus tres esculturas-, pues entonces los pasos del Cristo en la Columna salían de nuestra ermita para hacer su recorrido del Jueves Santo.
El 24 de enero de 2002, se celebró en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla la VII Muestra Nacional de Artesanía Cofrade, “MUNARCO-2002”. Paralelamente a dicha Muestra, tuvo lugar una exposición monográfica de Luis Ortega Bru, en la que se mostraron al público sus más representativas obras, entre las que destacaron el paso de misterio de Jesús Atado a la Columna y la imagen de San Juan de la Semana Santa manzanareña, que salieron por primera vez de nuestra ciudad con éste motivo, lo que sin duda constituye un importante reconocimiento al patrimonio religioso de Manzanares.
Luis Ortega Bru fue un artista de pasiones, de espíritu irrefrenable en sus obras profanas y religiosas que no solo transmiten, avasallan en inspiración artística con el modelado, la gubia y el pincel. Su delgada figura es pura experiencia vital trasladada al genio de sus creaciones, con un lenguaje expresionista que significaban una sublimación del dolor silencioso que le desgarraba interiormente. Fue un revolucionario de la imaginería procesional, con un diálogo personal y rupturista en su extensa producción artística, siempre muy consciente de su capacidad creativa unida a su condición autodidacta y renovadora. De actitud humanista y soñadora ante la vida y sus circunstancias, le llevó a una modernización del lenguaje escultórico en sus imágenes de semana santa y otras civiles a las que relacionó con atrevidas tendencias figurativas del arte europeo de su época, sin perder su esencia comunicativa ni con las formas de la tradición barroca.
El maestro gaditano Luis Ortega Bru resume su trayectoria en un lenguaje creativo en continua evolución. Su incipiente maestría en el Cristo de la Misericordia de la Hermandad del Baratillo de Sevilla, su participación en esculturas del retablo mayor de la Basílica Macarena y en los evangelistas, ángeles expectantes y cartelas pasionistas del paso de misterio del Señor de la Sentencia, de míticos misterios como el del Traslado al Sepulcro de la Hermandad de Santa Marta sevillana o de la Cena de Jerez y el apostolado para Sevilla, o el que realizó de la Flagelación para Manzanares. Si de imágenes crucificadas tratamos, observaremos de variados estilos y ejecutoria como el de la Salud de Montesión, Vera Cruz de Manzanares, el del convento de las Bernardas de Burgos, el expresionista de la iglesia del Divino Redentor de Sevilla o el del Perdón de Cádiz. Obras maestras como el Descendimiento de Jerez o en su etapa final el de Málaga junto al nazareno de Pasión. Su Cristo para Sevilla, el Soberano Poder ante Caifás de la Hermandad de San Gonzalo. Una fuente inagotable de recursos se puede apreciar en las obras abstractas de la colección del Museo Luis Ortega Bru con representaciones como el Eco o Estudio Arquitectura. Las series de dibujos y diseños y otra obra cumbre que alberga este espacio museístico, la Piedad. Las series pictóricas de Luis Ortega Bru de carácter fantástico o mitológico, como la Barca de Caronte o el rompimiento de la Gloria. Y un último apunte, no dejen de apreciar la majestuosa obra que alberga su ciudad natal de San Roque: El Éxodo de Gibraltar, una tabla de género histórico que reza la siguiente leyenda firmada por el artista: Vinieron llenos de angustia y llenos de majestad, con el corazón partido por un dolor inmortal y el orgullo de la raza crispado sobre la faz. Su obra alcanza a numerosas hermandades, museos o colecciones privadas.
Luis Ortega Bru, con su proceloso y luminoso recorrido vital y todo su virtuosismo estético en más de 625 obras documentadas; tanto su extraordinaria obra religiosa y procesional como su aún desconocida en muchos casos obra escultórica profana, figurativa e informalista que conecta con los movimientos vanguardistas coetáneos, además de numerosos bocetos, dibujos y una sorprendente pintura. La impronta artística del genio gaditano, a fuer de otras encontradas opiniones, no siguió las tradiciones sevillanas, aunque las conociese y procediese sobre éstas al inicio de su actividad. Luis Ortega Bru no fue tampoco un imaginero neobarroco sino un artista, escultor, en el amplio sentido del término, y pintor, mucho más complejo, inmerso en las vanguardias de un modo muy peculiar, personal y arriesgado, y sujeto a un desarrollo formal y estético de distinta naturaleza, con un alcance muy superior, basado en el talento personal y la fuerza expresiva.
Bibliografía:
Año muy difícil.- Manuel Rodríguez Mazarro.- Programa Fiestas Patronales 2012.- Editado por Hdad Jesús del Perdón y Ayto. Manzanares
José Aragón Gutiérrez – Archivero y documentalista de la Hermandad de N.P. Jesús del Perdón
Luis Ortega Bru – Editorial Tartessos
Archivo de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón