Con la lógica incertidumbre de aquel tiempo, pero con la esperanza de una concreción definitiva de su libertad como pueblo, empezó la primavera de 1813 en Manzanares.
Cierto que las experiencias previas indicaban que “no se podía cantar victoria”, pues la guerra continuaba, pero era también muy evidente y así lo tenía interiorizado nuestro Ayuntamiento, en gran parte debido a las noticias de Frey Sotomayor en las villas de la Orden Calatrava, donde le informaban del constante alejamiento hacia el norte peninsular de los militares galos que aún quedaban por la zona, algo que solo había sucedido antes, tras la derrota francesa en Bailen, en Julio de 1808, pero que nunca se había visto desde la vuelta del ejército napoleónico a territorios manchegos a finales de 1808.
Este último hecho, fue lo que más inflamó el optimismo del paisanaje en esos primeros días de libertad y, el siempre prudente Sotomayor, también lo reflejaba en la actuación de su Parroquia, en catequesis, homilías, tertulias y documentos donde, a diferencia de ocasiones previas, comenzó a utilizar en los membretes de sus documentos el título de “fidelísima villa”.
De hecho, el 8 de marzo de 1813, cuatro días antes de la salida de Vinot de Manzanares, en el libro parroquial de bautismos, aparece ese encabezado en un niño bautizado en la pila del Perulero. Esto, quizás explica la aparente discordancia entre la fecha de salida de Manzanares que dieron los franceses en sus partes y que ratificó nuestro Ayuntamiento (12 de marzo), con la que da el manuscrito de la Merced (6 de marzo de 1813). Es muy probable que, el grueso de los franceses de Vinot, saliese de nuestra villa en la semana previa a la datación oficial y que la gente del pueblo ya tenía claro que los franceses se estaban yendo del pueblo. Por eso, los curas redactores del Manuscrito de la Merced, escogerían la fecha del inicio de esa salida para su escrito y no la oficial de 12 de marzo, en que Vinot y el pequeño remanente de escolta que le quedaba, partieron de Manzanares, dejándola totalmente libre de franceses.
El día 15 de marzo y siguientes, ya todos los documentos de bautizos, bodas y entierros, así como los legajos oficiales del Concejo, Juzgado y Escribanías, llevaban ese título patriótico. La gente de Manzanares estaba feliz, en un ambiente de exaltación nunca antes visto, todo él impregnado de los valores de libertad, equidad y justicia que emanaba la Constitución de Cádiz y que entroncaban, a la perfección, con la manera de ser y vivir de nuestra hidalga gente.
Todo era exultante y exaltado en aquella primavera de Manzanares. Y nada cambiaría, durante todo el resto del año 1813. Ese estado de cosas y de ánimo, en Manzanares y en sus gentes, comenta D. Cosme, pues, aunque la guerra continuaba con alternativas en Levante y por el Norte, nuestro territorio manchego quedó, progresiva y definitivamente, libre de franceses. El 26 de mayo, sigue D. Cosme, por el camino de Madrid, alguien trajo a Manzanares la noticia de la partida definitiva de Madrid hacia Valladolid, del Rey intruso; al día siguiente ya no había ni un soldado francés en la capital de España.
El alborozo en nuestro pueblo, ante esa noticia, seguramente solo fue superado por el de los madrileños, pues bien sabía Manzanares que mientras Madrid estuviera en manos patrias, los franceses no volverían por nuestros lares. Ni siquiera la sequía de ese año y las penurias económicas subsecuentes, fueron motivo de desasosiego; la libertad hacía ver esos problemas como menores, en un paisanaje acostumbrado a subsistir en peores situaciones. Regresó al pueblo mucha gente de la que estaba refugiada en otras villas, menos requeridas por los galos que Manzanares. El laboreo en los campos de nuestra Encomienda volvió a ser cotidiano, a pesar del mal año de aguas que se vivió en toda España y las actividades de todo tipo, comunes antes de la guerra, retornaron con entusiasmo.
También, en ese primer tiempo de libertad, sigue D. Cosme, afloró en Manzanares el alto nivel de cultura de algunas de sus élites no afrancesadas, preludio de lo que habría de ser nuestro pueblo a lo largo de ese siglo; una referencia en La Mancha del pensamiento ilustrado y liberal, con ejemplos personales de paisanos insignes a los que, en su momento, he de referirme en crónicas venideras. Baste citar a ese respecto, a D. Francisco Morales que, en su domicilio particular de la calle Ancha, esquina Trompas y la callejuela de la hoz, poseía una biblioteca de referencia en todo el pueblo, donde acudía nuestra gente más versada, con Sotomayor a la cabeza. Una gran colección de libros clásicos latinos, Virgilio, Cicerón, Quintiliano. Pero también las obras completas de San Agustín, Cervantes, una riquísima colección de libros de Historia y otros de Gramática, Jurisprudencia y Filosofía, demostraba que no todo lo ilustrado lo trajeron los afrancesados a Manzanares, Esa manera de pensar, basada en la filosofía y el pensamiento racional ya estaba antes en algunos paisanos de nuestra egregia villa de Manzanares de La Mancha.
En asuntos más escabrosos, como la justicia contra colaboradores de los galos, en medio del entusiasmo general, las acciones practicadas fueron muy generosas. Se encuentran muy pocos pleitos y poco punitivos. Existe, por ejemplo, sigue D. Cosme, una referencia de mayo de 1813, recién liberada la villa, que da cuenta de la prisión en la cárcel de la Plaza de un vecino llamado Lisardo, procesado por espionaje a favor de los gabachos, pero bastó que otro paisano, de apellido Pulgar, avalase a Lisardo, para que este quedase libre en pocos días, episodio que puedo contarle, porque se conservó en un legajo del escribano local Sánchez-Ávila.
Junto a toda esa eclosión de vida propia y popular en aquel Manzanares recién liberado, el paso frecuente por el pueblo de diferentes destacamentos militares españoles, en tránsito hacia distintas áreas peninsulares, durante toda la primavera y el verano de 1813, recargaba, día a día que pasaba, de buenos augurios y esperanzas a casi todos los paisanos, sobre todo porque la ausencia de similares contingentes con franceses, era palmaria. Más pronto que tarde, continua D. Cosme, se empezaron a normalizar en Manzanares, bajo control y jurisdicción del Consejo de Regencia de España, algunos servicios básicos como el de Correos y Postas.
En abril de 1813, un mes después de marchar los galos, el administrador central de la villa contrató al vecino y paisano, Pedro Capilla, para que, en los seis años siguientes, con su caballería, condujese los correos entre Manzanares y Daimiel, hipotecando el Sr Capilla parte de sus fincas, en garantía de su compromiso. Antes de acabar el año, a mediados de diciembre, se formalizó en Manzanares, ante el escribano Roque-Jacinto García, la contrata por dos años, del importante servicio que permitió el intercambio regular de correos entre Venta de Cárdenas y Venta del Puerto, con paradas (entregas o recogidas) en Almuradiel, Santa Cruz, Valdepeñas, Consolación, Manzanares, Venta de Quesada y Villarta. Responsables en Manzanares del servicio eran, D. Francisco Sánchez Blanco y D. Pedro Sánchez Garrido.
Pedro Villarroel González-Elipe