Existe un retablo emblemático en nuestra Ermita de la Veracruz y nunca se le ha dado la importancia que en sí tiene, ya no por su valor artístico de orfebrería en madera, cuando tiene reservada, guardada su gran historia local, sobre todo su antigüedad, clasicismo y su doble realización. Es la parte noble que encierra la capilla del Santísimo. Se trata del antiguo retablo de «quita y pon», que cubría y servía de hornacina a nuestro Patrón, Jesús del Perdón.
Obra centenaria y que por razones especiales llegó a salvarse del fuego en aquella noche trágica de 1936. Observemos su técnica, pura reliquia de inspiración, ahí está, humilde, austero, más o menos acertado en su técnica peculiar, que transmite fondo a la exhibición actual de las imágenes talladas por Ortega Bru.
Siempre en un segundo plano, indiferente al visitante, el creador de este retablo formó la idea y sentimiento para los que fue creado. Ningún crítico de arte ha estudiado o contemplado las figuras que presiden su parte alta. Esculpidas en madera policromada, se trata de la escena, iconografía popular de la entrega del fajín francés al cura Sotomayor. Estudio a la meditación del pasaje, labor paciente; días llevó al artesano marqueteando este histórico retablo.
En varías fotografías que se conservan de Eduardo L. Azuara, correspondiente a momentos puntuales de novenarios, siempre el retablo está presente, dentro de la Parroquia, en la Plaza, misas en Paseos del Río e incluso al inaugurarse la ermita (1943), este retablo es el que acoge la nueva Imagen de Ntro. Padre Jesús del Perdón. Fue el pionero; aquel que realizaron en su día los Hnos. Delgado de C. Real, instalados en la desaparecida carpintería de la C/. Olivo.
Encargo que se hizo por acuerdo de la Hermandad «previa autorización del Rvdo. Cura Ecónomo de la Parroquia D. Dimas López y González Calero, de erigir un trono real para colocar la Sagrada Imagen, durante el tiempo que permanezca en el templo Parroquial para celebración de los cultos que preceden a su fiesta mayor». (1)
El encargo y ejecución de la obra se hizo al profesor de escultura de la Escuela de Arte y Oficios de Ciudad Real, D. Tomás Alguayo (2), el cual realizó un dibujo boceto, pasando presupuesto de ello y tiempo a realizar, cuyo costo fue de 5.405,40 ptas. Que fue aprobado y consta un listado de quinientas personas que dieron más o menos donativo, en la que resalta, por la cantidad de 750 pesetas, la Vda. de Jarava; le sigue el Mayordomo con 500 ptas., que era D. José González Elipe Rosique, el artífice de todo el movimiento y responsable de este trabajo. Cuartillas manuscritas que firma con fecha 14-9-1920.
Curiosamente, aparte de aportar las entradas y salidas del importe voluntario recogido, sobró un dinero y especifica el gasto:
Suma total devotos donativos | 5.405,40 pesetas |
Costo del trono entregado al escultor por la obra colocada en el altar mayor de la Parroquia | 4.500,00 pesetas |
Pabellón de terciopelo encarnado con flecos y bordones de oro | 802,00 pesetas |
Funda de paño de algodón para conservación | 103,00 pesetas |
TOTAL | 5.405,00 pesetas |
Documento existente en cavidad secreta del trono, descubierto por su restaurador, Jacinto Caba, al ser modificado y ampliado por motivo de la reconstrucción para colocación en la actual capilla del Santísimo, haciendo copia a máquina del manuscrito mencionado, diciendo: «Hecho en Manzanares por estar deteriorado el original a 6 de Mayo de 1952».
¿Año que fue realizado?, con seguridad instalado el 14 de septiembre de 1920. Una fotografía de Azuara indica la fecha exacta que se instaló, en que se encuentra expuesto en la parte izquierda del altar parroquial de la Asunción de Nuestra Señora. Obra que, cuando se encargó al escultor, se hizo la salvedad de que pudiera ser montada y desmontada, por partes, permitiendo trasladarse de un lugar a otro junto a la Imagen.
Empezaron los problemas políticos (1934), hubo al menos dos años de permisos gubernativos sobre salidas procesionales, en que el retablo no tenía aprovechamiento religioso.
Se guardó en unos camarones pertenecientes a la familia Quesada, linderos a la Ermita (hoy parte de la Casa de Cultura) que se ofreció a ello. Allí estuvo sobre el artesonado de pajares, envuelto y camuflado, hasta que pasara esa topera de incomprensivas luchas.
Terminada la contienda, nadie se acordaba de aquel retablo que milagrosamente se había salvado, excepto el Hermano Mayor, Carlos Serrano González, que tuvo la idea de que fuese este el que diera fondo a la nueva imagen en la austera ermita del arquitecto D. Tomás Corchado Soriano, bendecida por don Emeterio Echevarría el 1 de Mayo de 1949 a las 12,30.
En el frontal del altar mayor se instaló, una vez limpio y retocado, nuevas colgaduras y repasado. Hasta 1966 que, al realizar el nuevo retablo existente, de los Hnos. Ortega Bru de 121 metros cuadrados en madera de cedro de estilo gótico florido, nuevamente llegó a guardarse en los almacenes de la ermita, aquella reliquia.
Mira por donde, el Hermano Mayor, Eugenio García Pozuelo y Jacinto Caba, encontrándose en la junta (1981), volvieron a recordar el centenario mueble que Jacinto, conocedor del trabajo en madera, se comprometió a restaurar y no solo eso, quiso agrandarlo y adaptarlo a la dimensión de la capilla del Santísimo, respetando toda su originalidad del principio. En 1982 inició el trabajo en la misma capilla. Problemas de enfermedad le obligaron a pedir a Nuestro Padre Jesús del Perdón, ayuda para terminar su obra y milagrosamente le puso los medios.
Las horas no contaban, toda la madera se decapó, se eliminaron los cortinajes del montante y dosel, se agrandaron los dos laterales y las pilastras; minuciosamente se retocó el alto relieve, figuras y retorneado que hicieron retrasar el trabajo, pidiendo ayuda a Ricardo López Martínez para el decorado y pan de oro que cubre figuras simbólicas. El zócalo y peana, haciendo juego con el retablo central para colocación del Cristo de la Veracruz, pedestales a San Juan y Virgen de la Esperanza, sagrario y altar. Se pintaron las cruces de Santiago y tantos otros detalles que pueden apreciarse.
Jacinto, empleó una técnica que aprendió cuando estuvo trabajando en unos talleres de Madrid, estucos con acuarela al huevo, que permite tonalidades y retoques perfectos. Me dijo que lo único que no tocaron fue el abanico de las figuras, grabado en madera bajo la hornacina del trono para evitar alteraciones, creando nuevo espacio en laterales, innovando sin perder la originalidad del formato, introduciendo en la obra elementos de líneas, quedando espacios claros para resalte de la imaginería.
Tuvo que realizar las tallas y moldes que hicieran juego con los grabados y relieves. Una vez restaurado en su totalidad, cubierta la pared, hecha la mesa del altar en madera de haya, se compraron dos ángeles de un anticuario para rematar las pilastras. A la terminación, el trono quedó maravilloso, dándole en los retoques finales pomposidad acorde con todo el entorno. Jacinto Caba me decía haber quedado satisfecho de aquel trabajo, habiendo sentido ser incapaz de realizarlo, en un principio, después de dos años pudo abrirse al público.
Tanto agradó a toda la Hermandad, que después vinieron otros trabajos del mismo tipo. En este caso ya se trataba de arreglos en los tallados de carrozas, para adaptarlas. Grapeó las grietas de la madera de la imagen del Patrón y dio forma a la piedra donde posa la mano. Diseñó los lampadarios haciendo juego con los púlpitos y otras muchas cosas más del museo que es la Ermita de la Vera Cruz, aunque para nosotros sea la de Nuestro Padre Jesús del Perdón.
Manuel Rodríguez Mazarro, en el libro de las Fiestas Patronales 2005
(1-2). Documento en archivo de la Hermandad