La Semana Santa 2017, para la Junta de Cofradías, que ha presidido nuestra Hermandad, ha sido memorable en todos los sentidos, comenzando por el tiempo tan espléndido que hemos tenido a lo largo de toda la Semana, continuando por su desarrollo en cuanto a procesiones y celebraciones y concluyendo con los acontecimientos y estrenos que ha habido en la de Jesús del Perdón y María Santísima de la Esperanza.
Para nosotros, comenzó con el Viacrucis cuaresmal en la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora el 14 de Marzo y finalizó el 16 de Abril, Domingo de Resurrección, cuando en un día de sol radiante, sobre las dos de la tarde, entró en nuestra Ermita, al término de la procesión, la imagen de Jesús Resucitado.
El 18 de marzo, en la Ermita de la Vera Cruz, tuvo lugar la presentación oficial del cartel de la Semana Santa 2017, con el Cristo de la Vera Cruz como protagonista del mismo. La presentación corrió a cargo de Consoly León Arias, que fue presentada por nuestro hermano Francisco Javier Parada, corriendo la parte musical a cargo del Coro de Cámara Mansil Nahar.
El día 1 de abril, fue un día cargado de acontecimientos que quedarán escritos en letras de oro en el libro de la historia de la Hermandad, comenzando con el Cabildo General de Hermanos, en el que, por unanimidad fue nombrado Hermano Mayor Honorario, EUGENIO GARCIA-POZUELO MANZANEQUE.
Después, al anochecer, en el Gran Teatro, a cargo de nuestro Secretario, OSCAR PARADA MAROTO, fue pregonada la Semana Santa 2017, previa presentación de éste, por parte de ISABEL QUINTANILLA BARBA. Quizás no esté bien que nosotros alabemos el pregón de nuestro hermano Óscar, pero fue memorable para todos los que allí estuvimos y culminado con calurosos aplausos a su conclusión.
Y, si quieren un día completo, a continuación, recibió el nombramiento de Cofrade Distinguido, nuestro hermano AGUSTÍN TRUJILLO MARTÍNEZ, del que no nos vamos a extender, porque sería prolijo detallar todas sus cualidades cofrades y es de sobra conocido y apreciado su trabajo en nuestra Hermandad.
Los días 5, 6 y 7 de Abril, estuvieron expuestas para el besamanos y besapiés, las imágenes de Nuestra Señora de la Misericordia y el Santísimo Cristo de la Vera Cruz y, el último día, se abrió el besapiés del retablo para que los fieles devotos besaran el pie de Nuestro Padre Jesús del Perdón, antes de que el sábado 8, fuera trasladado a su carroza. Era un constante ir y venir de manzanareños, como cada viernes, pero ese era el Viernes de Dolores, el viernes de Jesús, el viernes antes del Viernes Santo.
Ese día, el sábado 8, las personas que estuvimos en el montaje de los tronos que desfilarían en la Procesión del Silencio, asistimos a la primera vez que se llevaba a efecto el Paso de Calvario, con el Santísimo Cristo de la Vera Cruz, Nuestra Señora de la Misericordia y San Juan y, cuando se concluyó, como quedó bastante bien, toda la ilusión estaba centrada en ver totalmente “vestida” la carroza.
Por la tarde, el vestidor de Alcázar de San Juan, que se viene encargando de estos menesteres, junto a las camareras, estuvieron hasta casi la madrugada del domingo poniendo a punto las imágenes en cuanto a sus vestiduras. Cuando llegaron las primeras fotos, allá por las once de la noche, a más de uno se le escapó una lágrima viendo lo hermosa que había quedado Nuestra Señora de la Esperanza, con una dalmática de la Cripta-Museo acoplada a su “bendito cuerpo”, luciendo la imagen bordada de Jesús del Perdón. Antes, pudimos contemplar ese nuevo trono de Calvario, con el fondo del arco del retablo mayor de la ermita iluminado, precioso, único, radiante.
El Domingo de Ramos, amaneció esplendoroso, fue el día en que se enseñó por primera vez todo esto que os contamos. Tras la procesión de la Entrada de Jesús en Jerusalén, el paso con la borriquilla se encerró en la Ermita y allí entraban los manzanareños a contemplar los tronos dispuestos ordenadamente dentro de la nave del templo, mirando hacia la puerta, como queriendo dar la bienvenida. Había quien se quedaba boquiabierto, otros y otras no dejaban de mirar los mil y un detalles nuevos y, otros, sencillamente, los miraban y se marchaban. Todo estaba en marcha.
El Martes Santo, 10 de abril, el Cristo del Consuelo, ese que quizás ha pasado inadvertido durante años en la sala de cabildos y que ha estado toda la Cuaresma a la derecha del presbiterio, fue montado en la carroza, hasta ahora de San Juan, para presidir, el Miércoles Santo, el Viacrucis que partió de la Ermita y transcurrió por Mayorazgo, Cristóbal Colón, Avenida de Andalucía, hasta la Mano Tendida, y vuelta por el mismo itinerario. Fue un agradable paseo, en compañía de cerca de medio millar de personas, con la luna llena en todo lo alto, bajo la presidencia de don Oscar Olivares. Hora y media de meditación, cantos y oraciones, con reflexiones en cada una de las estaciones, a cargo de los miembros de Lazarillo TCE. Hermosa noche y hermoso preludio de lo que estaba por venir.
El Jueves Santo es, tradicionalmente, el día en que se visitan las Estaciones de Penitencia y, el cofrade, perdón, el nazareno de Jesús del Perdón, no puede pasar hasta la noche sin compartir unos minutos frente a sus imágenes, que ya están terminadas para la Procesión del Silencio. Unas oraciones, cientos de miradas con las que se disfruta, como paso previo a la penitencia y, aunque este año no había motivo, una última mirada al cielo, antes de continuar camino hacia la Parroquia de la Asunción para ver los tronos que allí esperan al Viernes Santo y detenerse un momento ante el Monumento, preparado para recibir a Jesús Sacramentado, tras el oficio de la Cena del Señor, que tendría lugar por la tarde. No insisto en lo bellas que estaban nuestras tres “carrozas” ya engalanadas con las flores correspondientes.
Y llegó la hora, la noche, perdón, comenzó el día en que a Él le gusta madrugar, porque, aunque aquello debió ocurrir por la mañana, pues los evangelios hablan de la hora de nona (tres de la tarde) en que expiró, Él, madruga el Viernes Santo y nos invita a acompañarle en este particular recorrer las calles de Manzanares, a modo de, perdón si está mal dicho, de Viacrucis que, según el Pregonero de la Semana Santa 2017, daría solo hasta el Pradillo de las Monjas de Clausura, si nos atenemos fielmente a la distancia que recorrió Jesús con la cruz a cuestas.
Madrugada tranquila, en la que los prolegómenos son una mezcla de ruidos, ininteligibles la mayoría, que empiezan a atenuarse cuando Él sale el primero, dispuesto a marcarnos el camino, suena la música y todos, al unísono, vuelven sus ojos hacia aquel que trapasaron. Jesús, inalterable, camina junto a los suyos. Comienza la Procesión del Silencio.
Pero este año, la historia contará, que un Cristo crucificado, salió de la Ermita, quizás un poco más bajo que las dos imágenes que lo acompañaban. Pero, una vez en la calle, la Cruz, símbolo de nuestra fe, comenzó a erguirse y, con ella, ese Cristo que nos mira a su paso, que aún no ha doblado la cabeza, erguido aún, diciéndonos “he ahí vuestra Madre”, mientras María, acompañada de Juan, llora amargamente, como si le clavaran siete puñales en el corazón.
Tras ellos, ELLA, Nuestra Señora de la Esperanza, que, finalizadas las diferentes maniobras del palio, se muestra en todo su esplendor. Y la música suena bajito para no despertar a los niños que sueñan con ser mayores algún día y enfundarse, como su segunda piel, el hábito morado, como bendito vestido que los arrope en esas noches de comienzo de primavera en que sopla fresco el relente, al paso de la procesión por el boquete de la Plaza. Silencio… La procesión ya camina hacia el Calvario. Bendito sea Dios.