Traslado, Novenario y Procesión de Nuestro Padre Jesús del Perdón
Cada año, cada novenario, cada procesión de nuestro Patrono, titular de esta Hermandad, es un tiempo especial y que se percibe de distinta manera que el resto del año. Quizás las celebraciones del actual, con dos fines de semana, han tenido una mayor afluencia, puesto que muchos de los manzanareños y manzanareñas que, otros años, las viven desde la distancia, han aprovechado para volver durante unas horas y llenarse de ese algo especial que tiene este pueblo, para sus hijos ausentes, cuando vuelves a él después de muchos meses o años de ausencia.
Porque, Jesús del Perdón, es algo o alguien que suena a unión, a fervor, a oración, a añoranza, a nudo en la garganta y lágrima derramada, a ambiente familiar e íntimo alrededor de la lumbre de gavillas o al fuego de cepas a cuyo amor se va cociendo, lentamente, toda nuestra vida y, en estos días de casi otoño, a vendimia, a amaneceres entre rocío y pámpanas mojadas, a carro arrastrado por las mulas, repleto del fruto que, con la ayuda de Dios, recogen nuestros hombres y mujeres y con los que afrontarán todo un año de necesidades, para todos y cada uno de sus hijos e hijas que peinamos canas. No olvidamos que, entonces, hasta que no se “guardaba” Jesús del Perdón no empezaba la vendimia.
Las connotaciones optimistas de estas festividades, comenzaron el 4 de septiembre, cuando Jesús del Perdón, con su nueva cruz recién estrena, llenó nuestros ojos de luz cuando el santero abrió las portadas de la Ermita. Cientos, miles de personas se agolparon en las aceras, esperando ese momento inigualable en que Cristo Arrodillado pasa frente a ti y te mira y, en esa mirada hay toda una vida que pasa por delante de sus hijos y una brisa suave que alienta y bendice. Daba gusto ver la Plaza “hasta los topes” y, visto desde fuera, con ojos distintos a los de Él, “ver que Tú, Señor, levantas los corazones y no había ni uno o una en las terrazas que dejaran sus traseros sentados”. Todo un acontecimiento, digno de contemplar, para retenerlo hasta el año que viene. La entrada en loor de multitudes en el templo parroquial, el estruendoso aplauso, las maniobras de su Junta de Gobierno, que se agarran a Él, como si no quisieran que nada perturbe ese momento especial de la llegada, las palabras, últimas como Párroco para él, de don Luis Gallego Villena, el rezo, el canto del himno y un “hasta mañana” que no tarda en llegar, aunque sean eternos los minutos que nos separan del comienzo del Novenario.
De las predicaciones ya hay otra reseña en nuestra web. Ahora habría que fijarse desde el coro de la Parroquia, en esa multitud de fieles que han llenado cada noche el templo. Importante esto, porque este año, al contrario que en anteriores, la iglesia estaba llena todas las noches.
Y, por supuesto, no olvidar, a los componentes del grupo interparroquial de Catequistas, los miembros de la Adoración Nocturna y de Cáritas, el Grupo de Pastoral Juvenil, los miembros de la Pastoral de la Salud, los representantes de la Asociación de Vecinos Río Azuer, las religiosas de las tres congregaciones de Vida Consagrada que viven y trabajan en y para Manzanares, los Seminaristas, regalo especial del Señor a nuestras comunidades que hoy son Unidad Pastoral, finalizando con las Hermandades, que este año tuvieron presencia viva y palpable, junto a los directivos de la Junta de Cofradías, como símbolo de unión y hermandad fraterna de estas asociaciones de fieles, representantes de la devoción popular de un pueblo que tiene fe en ese Dios Bueno que nos salva.
Agrupaciones corales como los coros parroquiales de la Asunción y Altagracia, la Coral Polifónica Mater Assumpta y el Coro de Cámara Mansil-Nahar. Personas que sirven a diario en la Parroquia en sus diversos ministerios y sin las cuales eso no saldría tan bien como ha resultado y, como colofón, tres sacerdotes para una decena, don José-Felipe, don Secundino y don Luis, además de todos los que concelebraron en la función solemne del día 14. No es conveniente extenderse más, porque nos vamos a la procesión.
Fue un día, en que, cómo no, no pudimos sustraernos a los pronósticos meteorológicos, porque amaneció un día lluvioso y llovió a mares al mediodía. Pero, a medida que avanzaba la tarde, el cielo aclaró y a las ocho y media, cuando Jesús, en su carroza, asomó por la puerta sur, bajo el pórtico, el gentío, congregado en la Plaza para contemplar la salida de la procesión, no pudo reprimir otro aplauso. Quizás el que no crea, hasta llegue a escandalizarse porque aplaudamos a una imagen de madera, pero es mucho amor el que se concentra en cada palmada que, sin recato y con generosidad, produce un hijo o hija suyos. Todo lo mejor para ese día: el mejor traje, los mejores zapatos, la mantilla, guardada con esmero durante todo el año, la más ferviente oración, el más sincero “gracias” y la más esperanzada súplica: “Señor, este año ya he cumplido mi ilusión de estar junto a ti. Concédeme más años en que pueda contemplarte y alabarte”. Las calles, estaban “puestas” o lo que es lo mismo, abarrotadas las aceras, sobre todo al lado derecho; la música sonaba incesantemente, de los instrumentos de la Agrupación Musical Santa Verónica, de Membrilla y nuestra Banda de Música de la AMC Julián Sánchez Maroto. Grandes bandas, para el MAS GRANDE, el dueño de nuestras vidas y nuestros corazones.
Más de dos horas de discurrir por las calles y plazas y llegó el momento de la vuelta a casa, sin traca a la puerta como hace muchos años, sin cantos este año, pero con la misma persona mayor que, como el año anterior y el otro, sacó de sus cuerdas vocales el “VIVA EL PATRON DE MANZANARES” “VIVA JESÚS DEL PERDÓN” y provocó un nuevo aplauso, para dejar pasar el trono con nuestro Patrón, a su Ermita, donde lo esperaba una multitud, fundamentalmente de representantes de las hermandades y cofradías que lo recibieron con otra salva de aplausos.
Después, la algarabía en el interior, el entrar y salir de la gente, el intentar conseguir una flor o una rama de la decoración floral de la carroza y el regreso a casa, sabiendo que, allí, en la Ermita de la calle Ancha, se queda, velando por nosotros y por los nuestros, el más fiel amigo, el mejor padre: NUESTRO PADRE JESÚS DEL PERDÓN.
Les dejamos algunas fotos y, desde la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón y María Santísima de la Esperanza, solo podemos terminar, como siempre, de una manera: GRACIAS, GRACIAS, MUCHAS GRACIAS A TODOS Y TODAS. QUE DIOS OS LO PAGUE.