Vía Crucis Cuaresmal

A lo largo de la Cuaresma, se intensifican los actos y celebraciones encaminados a preparar y tener todo a punto para ese día en que nuestras imágenes saldrán a la calle, en lo que es la continua recreación de los acontecimientos que ocurrieron allá en Jerusalén, hace algo menos de dos mil años.

Y, en cierto modo, a veces, nos olvidamos de lo fundamental en la vida de nuestras hermandades y cofradías católicas, de la Cruz y de que, ante la Cruz, el católico adora a Jesucristo libertador, que nos procura la verdadera independencia: la libertad sobre el mal y el pecado. La batalla ha sido ganada por Cristo y espera su manifestación definitiva.

Mientras tanto, los creyentes, debemos abrazarnos a la cruz, al Crucificado. San Juan Pablo II, en un vía crucis en el Coliseo romano, decía: “No vaciéis la cruz de Cristo.” La gran tentación del católico, de la Iglesia de todos los tiempos, es sumarse a la petición de los que estaban junto a Cristo en el Calvario: “Bájate de la cruz y creeremos.”

Ante la Cruz, ante el Crucificado, proclamamos, el martes 19 de marzo, esa hermosa frase: ¡Salve cruz, única esperanza! y abrazados a ella, recorrimos, en el interior del templo parroquial de la Asunción, las catorce estaciones de penitencia del Vía Crucis. No fue un acto más, no fue aquello de cumplir con lo programado; fue un unirnos en oración, todos juntos, unidos por vínculos ajenos a la carne y a la sangre o a nuestra pertenencia a la única Hermandad para nosotros, los fieles devotos de Jesús del Perdón y María Santísima de la Esperanza, para, de alguna forma, manifestar la fe en un Cristo que no quedó cosido a la Cruz, sino que resucitó y vive entre nosotros.

Ante la llamada de la hermandad a nuestros cofrades, la respuesta fue mucho más que satisfactoria y los miembros de la Junta de Gobierno, que asistimos al vía crucis dirigido y presidido por nuestro Consiliario y Párroco, don Luís Gallego Villena, salimos a la calle, tras participar en la santa misa, con la enorme satisfacción de reafirmarnos en que, gracias a Dios, no somos un grupo de personas que sacamos a la calle unas imágenes dos veces al año. Somos mucho más. Somos hermanos por la gracia y la misericordia de ese Cristo Arrodillado que nos preside. Gracias hermanos y hermanas. Seguimos caminando hacia la Pascua.   

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