Cultos

Novenario a Nuestro Padre Jesús del Perdón 2020

Predicación: Don Benito Huertas Sánchez

Podría ser que, cuando pase el tiempo, la memoria, que suele ser selectiva y flaca, nos traiga el recuerdo de un novenario en tiempos de pandemia, con mascarilla, restricción de aforo en el templo, televisada a todos en directo, predicada por nuestro flamante párroco, don Benito Huertas Sánchez y un montón de detalles más, que posiblemente ahora se nos escapan.

Pero… cuando nos pregunten, cómo fue y de qué trató esa predicación, posiblemente, no alcancemos a recordar que la columna vertebral de la predicación giró en torno a la liturgia de cada día, en su primera parte y, una segunda parte, en la que se fueron desgranando los nueve versos en que el predicador dividió el Padrenuestro, esa oración que casi traemos aprendida, no así interiorizada, cuando venimos al mundo.

Nosotros os dejamos aquí un pequeño resumen escrito y el audio de cada una de las predicaciones y la de la función solemne del 14 de septiembre.

PRIMER DÍA – Abba

Resaltó lo especiales y limitadas de las Novenas de este año, pero no menos importante, porque siguen siendo un encuentro especial con el Señor.

Saludó especialmente, a través de la televisión, a los mayores, a los impedidos, a los enfermos, a los que están solos, a los que están tristes. Jesús el Señor los bendice y pedimos al Señor por ellos…

La homilía fue sobre los textos litúrgicos del día y la otra sobre unas catequesis del Papa, sobre el Padrenuestro, la oración tan bonita y tan especial que nos enseñó Jesús.

La primera palabra cuando rezamos el Padrenuestro, es “Padre” “Abbá”, porque el cristiano ya no considera a Dios como un tirano al que hay que hay que temer. Nuestra confianza florece después de conocer y escuchar a Jesús. Puede hablar al Creador, llamándole padre en arameo. Es una de las palabras auténticas de Jesús. Es una palabra íntima y familiar, pero Jesús, cuando nos enseña a rezar, lo primero que nos dice es, que llamemos a Dios, Padre. Dios te busca y te ama, aunque te hayas olvidado de Él.

Para un cristiano, rezar es simplemente decir Padre “Abbá”. Él no os ocultará su rostro, no se encerrará en el silencio. Él os contestará.

SEGUNDO DÍA – Padre nuestro

Vivimos en un mundo individualista. Cada uno va a lo suyo. Dios pregunta a Caín por su hermano y, él contesta: “Soy yo acaso su guardián”. Solemos decir: “Ese no es mi problema” “Cada uno que se apañe como pueda”.

Sin embargo, cada día somos más sensibles hacia los animales, y está bien. Pero quizás vamos menguando en cuanto a la sensibilidad por las personas. Nos dan mucha lástima los animales y no tanto las personas. Solemos pasar olímpicamente del que está en la cuneta.

Somos eslabones de una misma cadena. No caminamos solos. No es una carrera para llegar el primero, no podemos pasar del que va por mal camino. La corrección fraterna es la actitud de Jesús. La preocupación y ocupación por el otro. Un signo de amor.

La plenitud de la voluntad de Dios es el amor. Es la ley fundamental. Ama y haz lo que quieras, decía san Agustín. Es en grupo como nos dirigimos al Padre.

Padre nuestro. Padre de todos nosotros. Aunque nuestra oración sea personal e íntima, el cristiano no deja el mundo fuera, al margen de su oración, sino que lleva a las personas en el corazón.

En la oración del Padrenuestro, falta una palabra y es el YO. Toda la segunda parte de la oración es el NOSOTROS. Pan para todos, perdón para todos. Se reza con el TU y con el NOSOTROS. No hay lugar para el individualismo en el Padrenuestro. Hemos de ser compasivos.

No es PADRE MÍO, sino PADRE NUESTRO.

TERCER DÍA – Que estás en el cielo

Cuando hablamos de Dios como padre, pensamos en nuestros padres, que nos han amado, que han dado su vida por nosotros, pero, ninguno de nosotros ha tenido unos padres perfectos, ni tampoco lo seremos nosotros, como padres. Nuestro amor es imperfecto, como nube mañanera, como rocío matinal que pasa. Como humanos, solemos amar de manera débil e intermitente. Pero hay un amor perfecto: el del Padre Nuestro que está en el cielo. Aunque no hubiera tenido unos padres que me amaran, Dios me ama, nos ama con un amor constante. Dios se hace un tatuaje en su mano con nuestro rostro. Con mi cara, con la tuya. Nos tiene en sus manos y no puede borrarse ese tatuaje, como símbolo de un amor tan grande y tan fuerte.

La frase: “Padre que estás en el cielo”, no quiere expresar lejanía ni distancia, sino calidad del amor de Dios, algo que está por encima del amor humano. Entre el amor de Dios y el amor humano, hay una diferencia radical: el amor de Dios es total, al alcance de la mano, porque Él está con nosotros.

No estamos solos. Somos hijos amadísimos de Dios y no hay nada en la vida que pueda extinguir su amor apasionado por nosotros.

CUARTO DÍA – Santificado sea tu nombre

Coincide con el cumpleaños de la Virgen y a Jesús le gusta que tengamos presente a su Madre. Dios cuenta con ella y le confía sus planes de acercarse lo más posible al ser humano, para estar más cerca de él. Y le confía la misión de vida, para que se identifique con la salvación y sea su compromiso y su vida y, ella acepta sin pensar en todo que significa decirle sí a Dios.

Nos cuesta entender la vida como una vocación, como llamada de Dios que cuenta con nosotros para llevar a cabo su mensaje de salvación. María debe ser una referencia para nosotros y preguntar a Dios ¿Qué quieres de mí? ¿Qué planes tienes para mi vida? Nos cuesta ser fieles a la vocación, a decir sí a lo que Dios quiere de nosotros. Buscamos nuestro bienestar. Parece que nos escondemos de Dios y le regateamos la respuesta.

Santificado sea tu nombre es la primera de las siete peticiones del Padrenuestro. En las tres primeras nos hace entrar en sus deseos dirigidos al Padre. En las cuatro siguientes, es Él quien entra en nosotros.

Toda oración cristiana tiene que estar hecha de contemplación de Dios, de su misterio, de su belleza, de su bondad y, por otro lado, de sincera y valiente petición de lo que necesitamos para vivir bien, con bondad, haciéndolo sin mucha palabrería. Dios es, como una de esas madres a las que les basta una mirada, para entenderlo todo de sus hijos.

En esta petición, se nota la admiración de Jesús por la belleza y la grandeza del Padre y el deseo de que todos los corazones los reconozcan y lo amen y santifiquemos su nombre en nuestras familias, en nuestra comunidad, en el mundo entero.

Dios es santo, pero si nosotros no somos santos, si nuestra vida no está santificada, hay una gran incoherencia. La santidad de Dios debe reflejarse en nuestra vida.

QUINTO DÍA – Venga a nosotros tu reino

Día de las bienaventuranzas de san Mateo, con sus correspondientes malaventuranzas o maldiciones, el mensaje del Señor para pobres y ricos y, en este seguimiento del Padrenuestro, correspondía este “venga a nosotros Tu Reino”.

Jesús inició su predicación anunciando “el Reino de los Cielos está cerca, convertíos y creed en la buena noticia”. Fue un anuncio feliz, que trae la noticia de la salvación. Dios nos ama, el Padre nos ama. Está a nuestro lado y quiere que vayamos por el camino de la santidad. Los signos de este Reino, son muchos y muy positivos. Jesús ha venido y está entre nosotros el Reino de Dios, pero no está consumado, porque todavía existe el mal y el pecado, la injusticia y el sufrimiento. Su victoria aún no se ha realizado por completo en nosotros. Por eso, seguimos pidiendo: “Venga a nosotros tu Reino”. Es igual que decirle: “Padre, te necesitamos”.

El Reino de Dios es como Jesús: sencillo, humilde, pobre, dando la vida, sembrando el bien y la verdad. Es un regalo. Una gracia de Dios.

Trabajemos por el Reino de Dios, de la vida, de la justicia, de la paz. VEN SEÑOR JESÚS.

SEXTO DÍA – Hágase tu voluntad.

En esa continuación de las bienaventuranzas, tocaba hoy el tema del amor a los enemigos, algo que nos viene a indicar que no somos santos, que es muy difícil el seguimiento de Cristo, pero este es el camino del cristiano y, en la continuidad del Padre Nuestro, se preguntó sobre cuál es la voluntad de Dios, que no es sino buscar y salvar lo que está perdido.

Cuando nosotros rezamos, pedimos que se cumpla su plan universal de salvación, porque Dios me busca porque me ama. ¡Cuánto amor hay en la búsqueda! Pero ¿en qué pensamos, cada vez que le decimos “hágase tu voluntad”?

La voluntad de Dios, va a favor nuestro, es positiva para el mundo. A lo largo de la Historia, quizás hemos visto a Dios como el que no concede segundas oportunidades, siendo que su voluntad es totalmente positiva. Porque Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad. Dios nos busca y nos atrae, para darnos su salvación y su amor. Para decirnos “te quiero”, estoy y camino contigo. Soy tu luz y tu fuerza para el camino. Te hago mi hijo para siempre.

No somos siervos, somos hijos amados de Dios. Su voluntad para nosotros, es la de un Padre, de una madre.

SEPTIMO DÍA – Danos nuestro pan de cada día

Con esta frase, accedemos a la segunda parte del Padrenuestro. En cuatro momentos, presentamos al Padre nuestras necesidades. Ésta, se parece mucho a la petición de un mendigo, porque no somos criaturas autosuficientes y necesitamos el alimento de cada día, Jesús no pide invocaciones rebuscadas o refinadas, sino cosas de la existencia humana, de los problemas concretos y cotidianos. Todo se puede convertir en oración y el Padrenuestro es una oración de la vida.

Jesús nos enseña a pedir al Padre el pan de cada día, en unión de tanta gente para quien esta oración es un grito. Imaginemos el rezo de esta oración sin ese asidero cómodo de la capacidad de comprar todo lo que queremos. Desde la indigencia, desde la precariedad de una habitación y con una falta total de recursos económicos. Quizás lo rezáramos de otra forma y con otra fuerza.

Padre, haz que tengamos hoy el pan necesario, para nosotros y para todos, entendiendo el pan, además, como agua, medicina, casa, trabajo… Pan nuestro, no pan mío. Porque hemos de pedirlo, no solo para nosotros, sino para toda la fraternidad humana. Si no lo rezamos así, esta oración dejará de ser cristiana y no tendrá sentido. Si el pan que Él nos da, nos lo robamos unos a otros, cómo podemos llamarnos hijos suyos. El amor de Dios, no puede soportar el egoísmo de no compartir el pan.

Los alimentos, no son propiedad privada, son providencia que hemos de compartir con la gracia de Dios. El verdadero milagro de Jesús al multiplicar los panes y los peces, no fue multiplicarlos, sino compartirlos.

OCTAVO DÍA – Perdona nuestras ofensas.

Necesitamos, también, el perdón de cada día. Cuando rezamos, pedimos a Dios que perdone nuestros pecados, todo el mal que hacemos. La peor actitud del cristiano sería la de la soberbia de pensar que siempre tenemos las cuentas en orden con Dios, que todo lo hacemos bien, porque nadie es perfecto.

Si no experimentamos la gracia del perdón, amaremos poco y ese será nuestro pecado. Recibimos el amor y el perdón, de Dios, somos dependientes de Él. Y porque lo recibimos todo de Él, somos sus deudores.

Dios lo perdona todo y siempre. Pero quienes hemos recibido tanto, hemos de aprender a dar mucho y amar mucho. Pensemos si somos capaces de perdonar y, si no es así, habrá que pedirlo insistentemente.

NOVENO DÍA – No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Deseamos que el gran proyecto de Dios se cumpla entre nosotros y no seamos un impedimento para ello, que no queramos ser como dioses y organicemos el mundo a nuestro antojo. Queremos ser discípulos, seguidores y colaborar en la misión que el Señor nos da a cada uno y a toda la Iglesia. Pero a veces, la tentación y el mal nos impiden ser fieles.

Entramos en el terreno de nuestra libertad y de las trampas de la vida o del Maligno. Nuestras tentaciones de cara al tener, al poder y al placer, nuestros diosecillos o becerros de oro, a los que queremos adorar, echando a Dios de nuestras vidas.

Dios no es el protagonista de nuestras tentaciones, no nos las manda ni nos pone trampas, no nos pone a prueba. Y cuando el mal aparece en la vida del hombre, lucha contra él, a su lado. Nuestro Dios es el Dios con nosotros. A favor nuestro. Dios vela por nosotros en los momentos más dolorosos o más angustiosos. Siempre está cerca, porque es nuestro padre, Padre nuestro. Un padre que nunca abandona a sus hijos.

Somos capaces de muchas cosas buenas, pero podemos caer en grandes tentaciones, es el mal causado por nosotros, que no sabemos cómo ni de dónde nos llega. Por eso, el primer saludo del Resucitado es paz a vosotros, a vuestras almas, a vuestros corazones.

Él nos da el perdón y la paz. Nosotros le pedimos “líbranos del mal”. Esta es nuestra esperanza, la fuerza que nos da Jesús resucitado, que está en medio de nosotros.

Décimo día – LA CRUZ Y LA EXALTACIÓN

Llama la atención este contrasentido, porque no casan. Nosotros estamos acostumbrados a las cruces bonitas, pero si cayéramos en la cuenta de las cruces de verdad, no podríamos exaltarla.

No siempre es fácil entender la cruz. Solo con la contemplación se puede avanzar en este misterio de amor, echándole tiempo junto al Señor. Jesús al explicárselo a Nicodemo, usa los verbos subir y bajar. Jesús bajó del cielo y se humillo, por amor, para subirnos a nosotros y por eso Dios lo exaltó y lo hizo subir. Ese es el misterio de la Cruz.

Las tentaciones a evitar: La de un Cristo sin cruz, hacer de Él un maestro espiritual, que te lleva por la vida tranquilo. La otra es la Cruz sin Cristo, permanecer abajo hundidos con el peso del pecado, la enfermedad o el dolor. Con la cruz, pero sin esperanza. Sería como una tragedia griega sin solución.

La Cruz es un misterio de amor, fiel, noble. Luego con el corazón y la mente, con todo el cuerpo, comprenderemos algo. Celebramos a Cristo, como Nuestro Padre Jesús del Perdón y en él celebramos nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestra identidad. En torno a él nos unimos como pueblo, como comunidad.

No por guardar una tradición o por rutina, sino porque es un bien para nuestro pueblo, al que aporta los valores de Cristo, la Hermandad, también, está obligada a conservar y difundir todo lo que Cristo es capaz de aportarnos, configurados e injertados en Él, con la coherencia de una vida evangélica, como discípulos y seguidores suyos. No le seguimos con las ideas, sino con nuestras vidas. El encuentro con Jesús, nos conviene, nos convierte, nos fortalece y nos envía.

 

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