Jesús mi alegría
Volver, volver, volver
Son muchos y muchas, los que han sentido profundamente que, el Señor de Manzanares, fuera trasladado con escaso acompañamiento a la Parroquia de la Asunción, para la celebración del Novenario, espléndido podría decirse, de este año del COVID-19.
Y, si lo miramos detenidamente, ha tenido un seguimiento mayor que en otras ocasiones, aunque el templo no estuviera abarrotado, porque no se podía, pero no se sabe cuántos y cuántas lo han contemplado a través de la televisión municipal.
Si nos fijamos, habría que concluir, reconociendo que no se ha podido celebrar nada, salvo este novenario, y si somos conscientes y razonables, habrá que conciliar que, si se ha llevado a cabo ha sido porque Él lo ha querido y porque muchos se lo han, se lo hemos pedido y estuvimos en vilo, hasta que lo vimos allí, en ese sitio que Él tiene reservado en nuestra Iglesia Mayor.
Pero, llegó el día después del día grande en Manzanares, había que devolverlo a la Ermita de la calle de su nombre y no convenía mucho acompañamiento, porque las noticias que llegan de los alrededores provocan miedo y precaución, y no queríamos que nadie pudiera contagiarse.
Y, dando las cuatro y cuarto de la tarde, Jesús salía a la plaza, para emprender, en dirección prohibida, el viaje de regreso en su carroza, empujada por varios miembros de su Junta de Gobierno, con el acompañamiento de cuatro o cinco personas que pasaban por allí y no pudieron resistir dejarse acompañar por tan digno acompañante.
Porque, estén o no repletas las aceras de nuestras calles, haya cientos o uno a su alrededor, cuando Jesús del Perdón sale a la calle, en su carroza, desde que asoma por el umbral del templo, es para acompañarnos, para bendecirnos, para caminar a nuestro lado, muy junto a nosotros. Y nosotros, todos y todas, hijos suyos, no podemos negarnos y seguimos pidiéndole que no deje de acompañarnos y bendiga nuestro pueblo y nuestros hogares.
No estéis tristes, porque, cuando Jesús del Perdón caminaba por la calle, cada uno de sus hijos e hijas, sentimos, intensa e interiormente, su bendición y su mirada de amor, misericordia y perdón y a cada uno le fue repartiendo lo mejor de lo que disponía y sabía que necesitábamos. Gracias Señor, porque has querido hacerte uno de los nuestros en estos momentos tan inquietantes que vivimos. Sigue a nuestro lado, Padre Bueno.
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